Lo de siempre en Nervión: fiesta y decepción

Con más de medio millar de aficionados en las gradas, el Deportivo pretendía dar una alegría a los aficionados desplazados a Nervión. Sin embargo, la historia se repitió una vez más: los hinchas blanquiazules que viajan cada año al Pizjuán disfrutan de la fiesta entre aficiones hermanadas pero no pueden llevarse un dulce a la boca. 

El choque arrancó con los coruñeses mostrando su doble cara: ideas con balón, asociándose en el centro del campo y metiendo en el partido a Adrián, y muchos problemas sin la pelota. Las incorporaciones de Escudero por el sector izquierdo y las incursiones en diagonal de Nolito hicieron mucho daño a Juanfran y Cartabia, que tampoco disfrutaron de la ayuda de Guilherme, errático como de costumbre en la medular.
El ritmo decayó poco a poco y el equipo que dirige Parralo se mantuvo entre dos aguas, sin querer presionar arriba al cuadro sevillano ni tampoco queriendo agruparse atrás otorgando el grueso de la posesión de la pelota al cuadro hispalense. Las llegadas del Deportivo generaron inquietud en el Sevilla, algo disperso en defensa. Aunque ninguna de ellas llegó a poner en serios apuros a David Soria.
El enésimo error defensivo costó empezar el partido por debajo en el marcador. 
El partido languidecía en su primera parte cuando un error defensivo inexplicable de la zaga coruñesa facilitó el 1-0. El sector derecho del Dépor no logró frenar una acción ofensiva del Sevilla originada en un saque de banda, a punto de llegar al minuto 45. Sin gran oposición, Nolito se plantó delante de Sidnei, el extremo filtró un pase interior Ben Yedder y el ex del Toulouse mandó la pelota al fondo de la red.
El paso por los vestuarios no cambió el escenario: Lucas y Adrián López continuaron desplegándose cuando el equipo acompañó por detrás pero las llegadas locales siempre transmitieron la sensación de peligro.
Cristóbal buscó agitar el partido dando entrada a Andone en la plaza de Borges. El equipo se recolocó en un 4-4-2 con Valverde junto a Guilherme y Andone en paralelo a Lucas en la delantera. Vaciar el centro del campo intentando llevar el encuentro al área rival, esa parecía ser la idea.
El choque no terminó de coger vuelo y las espadas se mantuvieron en alto. No tanto porque el Dépor jugase un fútbol superlativo, ni mucho menos, sino porque el Sevilla se contagió de la falta de energía imperante.
Cuando el equipo buscaba la igualada con tesón, Rubén flaqueó de manera inexplicable bajo palos. El guardameta de Coristanco no logró detener un disparo centrado de Krohn-Dehli desde la frontal del área llevando la desesperación a la parroquia herculina. El problema en la portería no parece tener fin: ni Tyton, ni Pantilimon ni Rubén consiguen cortar una sangría que a menudo nace en sus propios guantes.
En definitiva, el desenlace final fue el mismo que en innumerables ocasiones en Sevilla: fiesta entre aficiones antes del partido y decepción para la coruñesa al término del mismo. Una nueva derrota que convierte la cita contra el Leganés en un partido de enorme trascendencia clasificatoria. 

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