Con la intención de no perder la esperanza y el deseo de dar un golpe sobre la mesa en la pelea por la permanencia en Primera, el Deportivo viajó a Catalunya para medirse al equipo revelación de la competición: el Girona de Pablo Machín. Clarence Seedorf no dudó en darle continuidad al 90% del once dispuesto contra el Éibar en Riazor, con la entrada en el mismo de Rubén bajo palos y de Mosquera como acompañante de Muntari y Borges en el centro del campo. La apuesta no funcionó y el cuadro herculino se volvió a casa de vacío una vez más.
El encuentro arrancó con el equipo local siendo protagonista por los costados. Al trivote blanquiazul le costó entender los movimientos entre líneas de Portu y Borja García, siempre inteligentes buscando la espalda de los interiores deportivistas, y la segunda línea gerundense no tardó en encontrar a Maffeo y Mojica por ambos carriles. Para fortuna coruñesa, sus centros no llevaron peligro.
El Dépor fió sus opciones al balón en largo buscando la velocidad de Florin Andone y Lucas Pérez. Ocurre que a menudo para generar peligro es necesario encontrar un camino despejado, y el propuesto por el conjunto herculino resulto muy primitivo. Envíos directos, sin excesiva precisión, ejecutados por Mosquera y fácilmente defendibles por Bernardo, Juanpe y Ramalho.
En cualquier caso, el problema no pasó por el ataque sino por la defensa, algo recurrente esta temporada. En una acción a balón parado botada por Granell desde uno 40 metros se gestaría el primer tanto del partido. El mediocentro puso con mimo el esférico en el área pequeña, Bernardo se impuso a los centrales deportivistas, su testarazo se topó con la mano de Rubén y el rechace del guardameta cayó en los pies de Stuani, con la caña puesta a un metro del portero de Coristanco. Libre de marca, el uruguayo remató a placer.
El poderío a balón parado del Girona resquebrajó al Deportivo
No será la última vez que se le pueda coger en un renunció al míster del Deportivo, que en la previa del choque afirmó sin rubor que "todos los equipos van a pasarlo mal para hacernos gol". El brindis al sol duró lo que tardaron los 20 minutos en consumirse, como buena parte de la afición herculina tenía en mente.
Sin capacidad de reacción, el equipo no disparó entre los planes en todo el primer tiempo. No se trataba solo de marcar, el objetivo, lo único que por momentos se pedía era inquietar a Bono. Y el arquero local vivió comodísimo bajo palos, más allá de solventar con acierto un acercamiento de Florin Andone en el minuto 43. El rumano se encontró con una pelota filtrada por Muntari, pero el arquero achicó rápido y no dejó al 'pichichi'.
El segundo tiempo comenzó con el mismo guión, con la única permuta de Muntari en la plaza de Mosquera. No cambió nombres pero sí posiciones Seedorf, quizá condicionado por la cartulina amarilla del ghanés.
Pronto se acabarían las esperanzas para la parroquia deportivista, y de nuevo el jarro de agua fría llegaría balón parado. Fernando Navarro cometió una temeridad golpeando con su codo el rostro de Maffeo a 35 metros de la portería y la zurda de Granell castigó de nuevo al cuadro blanquiazul. El pivote colocó un balón templado en el área que Juanpe cabeceó lejos del alcance de Rubén. Más de lo mismo.
Sin fe, porque los hombre de Seedorf nunca creyeron en ello, el choque languideció con Bóveda lesionado de gravedad y también con la entrada desde el banquillo de futbolista que no sumaron. Un funeral. Otro más.
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