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Que no me da la gana

Fede Cartabia, durante el Dépor-Lugo (Foto: Iris Miquel).

Se las prometían muy felices en A Coruña, donde imperaba la ilusión de arrancar el 2019 con un inmejorable regalo de Reyes, la victoria ante el Lugo. Pero nada más lejos de la realidad, porque el Deportivo ni tan siquiera fue capaz de ver portería en este primer encuentro del año, aunque ocasiones tuvo para hacerle un saco a los albivermellos.

Pero el balón lo tenía claro, hoy no era el día. Porque parecía que no quería entrar. Quedó claro en la primera gran ocasión que gozó el Dépor, en las botas de Carles Gil. El valenciano controló a las mil maravillas un pase de Edu Expósito con la cabeza, se dio media suelta y superó con un disparo a Juan Carlos. Pero ahí fue cuando apareció el palo, que repelió el esférico. Este golpeó acto seguido en la espalda del arquero rival y se iba para dentro. Pero nada, el arriacense atrapó el balón en la misma línea.

Era solo la primera vez que el respetable de Riazor, así como Natxo González, su banquillo y los once herculinos sobre el terreno de juego se llevaban las manos en la cabeza. Y es que en la segunda parte, el palo cedió todo el protagonismo a Juan Carlos, que con varias intervenciones de méritos se ganó el status de persona non grata en territorio coruñés. Comenzó con un auténtico paradón a disparo de David Simón, que fusiló la meta lucense desde prácticamente el área chica.

Ahí estaba ese tal Juan Carlos, un nombre que quedará en la memoria de la siempre fiel hinchada blanquiazul, y no para bien. Al menos por un tiempo, porque vaya manera de fastidiar un día tan especial. Pero no conforme, todavía iba a reclamar más protagonismo, y esta vez sí que fue para tirarse de los pelos. Principalmente por el minuto que campeaba en el marcador, el 89', cuando una buena internada del recién ingresado Diego Caballo la remataba a placer Carlos Fernández. Parecía que el balón se colaba, pero el de Guadalajara sacaba a relucir sus reflejos una vez más.

Así, al balón no le dio la gana de entrar, tampoco lo permitió Juan Carlos. Ni siquiera jugando los últimos 20 minutos con uno más tras la expulsión de José Carlos. Dongou siguió sus pasos en el descuento, pero no sirvió de mucho. El Lugo no quería jugar al fútbol, se había encomendado a su portero y prefería perder tiempo. Riazor explotaba con la maldita pelotita que no quería entrar.

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