El Deportivo de La Coruña cerró con dudas su peor año desde hace décadas, un 2020 en el que salió del fútbol profesional en el que llevaba ininterrumpidamente cuatro decenios. El año comenzó con aire fresco para el equipo gallego, que cambió de entrenador en las vacaciones de Navidad y comenzó este intenso y complicado año con Fernando Vázquez como inquilino del banquillo.
En enero, el equipo, que era colista de LaLiga SmartBank, empezó a reaccionar en los terrenos de juego, reforzado por los fichajes de invierno que llegaron con el Consejo de Administración que se había hecho cargo del club de manera interina en diciembre de 2019 y que asumió el control del equipo, ya con Fernando Vidal como presidente, en enero de este año.
El conjunto blanquiazul evolucionó y logró salir de las posiciones de descenso, pero cayó a ellas de nuevo justo cuando la temporada se vio interrumpida por el coronavirus.
El Dépor, que incluso había soñado con algo más que la permanencia (no estaba lejos, en puntos, del playoff a mediados de febrero), volvió a enchufarse después del parón, pero la temporada se le hizo larga.
Tres derrotas seguidas, una en Málaga (1-0), otra con un Extremadura ya descendido y con muchos jugadores de las categorías inferiores (2-3) y la última frente a un Mirandés que ya había hecho los deberes (1-0), le llevaron a dejar de depender de sí mismo en la que iba a ser la jornada decisiva.
No pudo jugarla como estaba fijado, en horario unificado, por los positivos de coronavirus de su rival, el Fuenlabrada, en una Liga que no había previsto esa casuística. Finalmente, sólo se aplazó el partido de Riazor.
Pendiente de lo que hicieran Albacete, Lugo y Numancia, el conjunto coruñés podía quedar desahuciado sin jugar, tener que ganar al Fuenlabrada para salvarse o incluso, le podía bastar un empate, resultado que a los madrileños les daría el pase al playoff.
Las victorias de los tres equipos que luchaban con los coruñeses por la permanencia mandaron al Dépor a Segunda B cuarenta años después y, además, le llevaron a una guerra que tampoco le sirvió para quedarse en el fútbol profesional, por el que peleó a través de las instancias deportivas antes de llegar a la justicia ordinaria.
Todo eso le despistó y, además, por el camino afrontó una Asamblea de Accionistas que cambió su mapa accionarial: la entidad financiera Abanca canjeó 35 millones de deuda por acciones y se convirtió en máximo accionista con más del 70 por ciento del capital social.
En los despachos y en el campo, el Dépor tardó en asumir que le iba a tocar jugar en la categoría de bronce porque hasta que empezó LaLiga SmartBank guardaba esperanzas de competir en ella.
Además, volvió a Segunda B en un año atípico y complicado ya que cambió su formato tradicional y el próximo curso habrá una nueva categoría, así que una mala temporada podría hacerle caer aún más abajo.
Fernando Vázquez siguió al mando de la plantilla a pesar de que en verano llegó a tener dudas, y el Deportivo se reforzó para Segunda B con varios futbolistas que llegaron de Segunda y, a última hora, con Diego Rolan, al que no traspasó por las ofertas a la baja que había recibido.
En el césped, el equipo se mantuvo invicto hasta la octava jornada, la última antes de Navidad, pero esa derrota fue muy amarga.
El Deportivo había sembrado dudas desde el inicio del campeonato por su juego y el que le derrotó fue el filial de su eterno rival, el Celta de Vigo, y en Riazor (1-2). Después, superó con dificultad y polémica la eliminatoria de Copa del Rey con El Ejido 2012 y ganó el Teresa Herrera ante un combinado del fútbol modesto coruñés.
El equipo perdió el liderato de su subgrupo de Segunda B, pero sigue en las plazas que permiten seguir la carrera por el ascenso, algo que no ha servido para tener una Navidad tranquila, ya que Fernando Vázquez acaba 2020 cuestionado.