Prácticamente a estas mismas alturas de 2014, con el Deportivo en Primera División, el entonces técnico blanquiazul, Víctor Fernández, detectó un ambiente de autodestrucción que acabó por tumbar a uno de los nueve campeones de Liga. Ahora, siete años después, fluye otra sensación, la de un club que se está regenerando.
Desde que el preparador aragonés trasladara públicamente aquel diagnóstico que "nunca" había visto en otro club, han pasado por el palco del Estadio Abanca-Riazor seis presidentes (uno de ellos interino), por el banquillo, doce entrenadores y el Deportivo perdió dos categorías para jugar ahora en Primera Federación (el tercer nivel nacional).
Haber salido del fútbol profesional ponía en riesgo a un club que en 2013 tuvo que acogerse a un concurso de acreedores por su difícil situación económica y que el próximo mes cumplirá 115 años y, además, con brotes verdes.
En noviembre de 2014, varios factores llevaron a aquellas palabras de Víctor Fernández. Era la primera temporada que empezaba Tino Fernández como presidente después de sacar de ese cargo a Augusto César Lendoiro, lo que supuso una división interna en la entidad gallega y la propia afición.
La situación se agravó con el despido del entrenador del ascenso, Fernando Vázquez, que había sintonizado con la grada, y la muerte del hincha Francisco Romero 'Jimmy'.
El seguidor blanquiazul perdió la vida en el Manzanares en una reyerta entre los radicales del Atlético de Madrid y del Deportivo el 30 de noviembre de 2014 y la gestión de aquel suceso por parte del club acabó por distanciar a los Riazor Blues, los ultras blanquiazules, de la directiva, que cerró esa grada y consideró a esa sección una "marca maldita".
El equipo estaba en Primera División y, a pesar de todo, mantuvo la categoría, ya con Víctor Sánchez del Amo en el banquillo, pero la herida no llegó a cicatrizar del todo.
Menos de años después, en la temporada 2017/18, cuando el Deportivo pretendía dar un salto de calidad, sufrió el descenso a Segunda División y unos meses más tarde, ya en el fútbol de plata, Tino Fernández presentó su dimisión y ayudó, con acciones propias y otras cedidas al Consejo de Administración, a que Paco Zas le sucediera en detrimento de Fernando Vidal.
Vidal, que había sido su consejero, aguardó su momento, que llegó en cuestión de semanas, en diciembre de 2019, con el equipo colista en Segunda División tras haber rozado el ascenso unos meses antes, ya con Zas en el poder.
Con el respaldo de la entidad financiera Abanca, se produjo un nuevo relevo en la presidencia del Deportivo, pero con Vidal al frente, la pandemia y una polémica última jornada de la temporada que el equipo coruñés no pudo disputar en horario unificado, como estaba previsto, por los casos de Covid-19 del Fuenlabrada, acabaron sentenciando a los blanquiazules.
Por primera vez en cuarenta años caían a Segunda División B, pero lo hacían con el salvavidas de Abanca, su máximo acreedor, que, se convirtió en dueño del club con cerca del 80 por cien del capital social al convertir en acciones 35 millones de euros de deuda que el club había contraído con ella.
Transcurridos unos meses de competición en la categoría de bronce y casi sin opciones de ascender (no llegó a pasar el primer corte por un punto), la entidad financiera optó por un nuevo cambio de dirección y la profesionalización del Consejo de Administración.
Aunque abandonar definitivamente (ya se había hecho una ampliación de capital con Tino Fernández) el 'capitalismo popular' que tenía el Deportivo había generado una nueva división, fue respaldado por los accionistas y digerido por la afición debido a la situación económica del club.
Esa delicada economía también obligó a cambiar el perfil de la plantilla y la apuesta decidida (y obligada) por la cantera, que ha coincidido en el tiempo con una camada de futbolistas jóvenes, con el Deportivo como campeón de España juvenil por segunda vez en su historia.
Ahora, el primer equipo, que mete en Riazor en Primera Federación más aficionados que la mayor parte de equipos del fútbol profesional, entre ellos su máximo rival histórico, el Celta de Vigo (LaLiga Santander), está en el tren de cabeza de su grupo en la categoría de bronce para luchar por el ascenso.
Riazor ha vuelto a recuperar su esplendor y no solo el primer equipo destaca por la cantidad de aficionados que moviliza, ya que el juvenil, en su primera participación en la Liga de Campeones, ha batido dos veces el récord de asistencia en encuentros que no sean de la fase final y este miércoles ostentó la quinta mejor marca (más de 12.000) de toda la historia de la competición.
Más de mil aficionados se desplazaron a Santander hace unas semanas para el partido de Primera Federación con otro histórico del fútbol español, el Real Racing Club, y algunos de los juveniles ya han derribado las puertas del primer equipo.
En definitiva, el Deportivo ha pasado de la autodestrucción a la regeneración, aunque esta todavía necesita la confirmación definitiva con la vuelta del club al fútbol profesional.