Como un boxeador que cree tener el control de la situación, el Deportivo de Óscar Cano tantea y maneja a su rival como quiere. Baila sobre la arena esperando un resquicio por donde introducir el remate final. Hasta que recibe el primer golpe. No quedan más asaltos por disputarse cuando el equipo toca lona. Un mal endémico que, como reconoció esta mañana el técnico nazarí, "nos ha ocurrido varias veces".
El Deportivo es un boxeador de pies ágiles pero mandíbula blanda. Puede tener el control de la situación durante mucho tiempo, pero no sabe encajar los golpes. Puede, de hecho, no recibir ninguno durante tres asaltos, ser superior durante toda la velada. Pero cuando siente el contacto es incapaz de reaccionar. Los números lo atestiguan y el banquillo lo sabe. Si el Deportivo tiene un debe a trabajar, un condicionante mayor que jugar fuera de casa, ese es el de aprender a sacar la pelota de su portería sin convertirlo en un drama.
Puedes ver la reflexión del técnico del Deportivo sobre las siguientes líneas en el vídeo que encabeza esta noticia
Óscar Cano reflexionó sobre una situación que se viene repitiendo a lo largo de la temporada. El Deportivo encaja poco. Muy poco. Es uno de los conjuntos que mejor defienden. Ha dejado la portería a cero en 14 ocasiones. Y, sin embargo, cada vez que recibe un golpe, no sabe cómo responder. Bien en casa o de visitante, los goles en contra tienden a noquear al equipo, a dejarle sin respuesta incluso en días en los que se juega muy bien. Como ante la Cultural en casa; o como ante la propia Cultu fuera. Dos ejemplos claros y precisos de uno de los mayores males del equipo. En la ida, el Deportivo tenía al cuadro leonés totalmente dominado, pero el partido acabó 2-2 sin saber muy bien cómo. En la vuelta, sin tanto subyugo pero también mostrando superioridad, un tanto local destruyó todo el juego de un equipo que a partir de ahí se quedó sin ideas. Pese a que quedaba un mundo, como el propio entrenador explicó.
Otro claro ejemplo de esto fue el partido ante el Real Madrid Castilla. El Deportivo tuvo un arranque muy bueno que se extendió durante 30 minutos. El primer golpe, aquel mano a mano que salva Ian Mackay, provocó que el equipo perdiese esa superioridad. Lo mental por encima del fútbol.
Yo creo que va más relacionado con lo emocional. Nos ha ocurrido varias veces. Tenemos que tener la suficiente claridad mental para saber que quedan muchos minutos. Esa carga nos está pesando y hay que insistir y trabajar mucho en eso. Tenemos que ver que nos queda mucho tiempo por delante" - Óscar Cano sobre reponerse a los primeros golpes
Después de 30 partidos disputados se puede asegurar categóricamente que este Deportivo no sabe remontar. Así lo dicen los números. Solo una vez a lo largo de la temporada, en el primer partido de liga, empezó perdiendo y acabó ganando. Y solo otra, frente al San Fernando, consiguió voltear el marcador, aunque acabó empatando en el último momento.
El resto de partidos en los que el Dépor empezó perdiendo, acabó sin poder darle la vuelta al marcador. Un mal a mejorar para una plantilla con capacidad de sobra para hacerlo.
Hace algunas semanas, Cano reflexionaba sobre los tramos de dominio del equipo. El Dépor 22/23 roza durante 15-20 minutos un juego sublime en casi todos los partidos, pero es incapaz de mantener esa dinámica y prolongarlo durante 90'. El motivo es incierto, en realidad, e incluso el propio técnico explicó que el objetivo debe ser prolongar esas rachas de mando, aunque no sea sencillo, sobre todo lejos de Riazor.
Decía Rocky Balboa aquello de que el miedo es como un fuego, que te va quemando por dentro. Si lo controlas, entras en calor. Si no, te quemará. Y el Deportivo, cuando toca llama, arde con rapidez. Un fuego lapidario que consume partidos con suma rapidez. Casi como un petardo corto de feria. Todo explota y solo queda el ruido. Incapaces de sobreponerse al primer golpe, asignatura pendiente de un Deportivo que, de momento, no sabe remontar.