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Quaresma, la hora del impaciente

EFE

"He tomado decisiones muy malas en momentos claves de mi carrera. Lo quería todo y todo deprisa, me he quemado las alas demasiado pronto", aseguraba hace unos años el portugués Ricardo Quaresma, convencido de que su trayectoria refleja mucho menos de lo que con su calidad podía haber logrado.

Luis Miguel Pascual
Autor del tanto providencial que en el minuto 117 dio a Portugal el pase a cuartos de final de la Eurocopa frente a Croacia, el jugador del Besiktas aparece ahora como la conciencia calmada de una selección demasiado pendiente del talento de Cristiano Ronaldo.
El joven apresurado, apodado el "Mustang", mejor futbolista del Europeo sub-17 en 2000, estrella del Sporting de Lisboa campeón de liga y Copa en el 2001 y el 2002, fichaje estrella del Barcelona en 2003, el hombre que se moría por triunfar en un club grande, es ahora un veterano paciente de 32 años, que aguarda los momentos que le deja el seleccionador, Fernando Santos, para contribuir al triunfo de la "seleçao".
Amigo, cómplice de Ronaldo desde que juntos recalaron en el Sporting, sus carreras se bifurcaron en aquel año 2003 en el que uno puso rumbo a Inglaterra y el otro a España. Pero no fue solo una distancia geográfica. Mientras el de Madeira fue escalando peldaños y convirtiéndose en una estrella pese a toda la presión que crecía en su entorno, Quaresma no fue capaz de responder a la gran expectativa que se generaba en torno a su prodigiosa pierna izquierda.
El uno crecía y el otro se estrellaba contra la realidad: sus sueños eran demasiado grandes y su mente no era capaz de asimilar su talla.
Encajonado en un Barça lleno de holandeses, con Ronaldinho como estrella, Quaresma pasó de puntillas, 28 partidos en dos años, un gol, una decepción y una salida silenciosa, coronada por unas declaraciones suyas que atribuía a sus orígenes zíngaros la poca confianza que le dieron en Cataluña.
Retorno a Portugal, esta vez a Oporto, donde su carrera se relanza como si en casa todo fuera más sencillo. Y, tras dos años, de nuevo el salto a la constelación, esta vez de la mano de su compatriota Jose Mourinho, que le hizo venir al Inter de Milán por 20 millones de euros.
Apresurado de nuevo, Quaresma marcó en la segunda jornada, pero pronto volvió a verse absorbido por la presión. No volvió a celebrar un gol y fue elegido como el peor fichaje de la temporada en Italia.
Ahí comenzó su caída en picado. Cedido al Chelsea seis meses, traspasado al Besiktas en una primera aventura que terminó con una disputa dura con sus directivos que le llevó a abandonar Turquía con destino a Dubai y, de nuevo a Oporto.
Demasiadas turbulencias en la carrera del jugador para que los diferentes seleccionadores lusos le entregaran responsabilidad del equipo nacional, tomado para entonces por su amigo Ronaldo.
Quaresma no fue convocado para ningún Mundial y en las tres anteriores Eurocopas solo logró un tanto en 2008 contra la República Checa.
Fernando Santos no pudo pasar de largo por su maravillosa temporada y le convocó, aunque nunca le consideró un titular.
Pero, justo antes de viajar a Francia, en un amistoso contra Estonia, marcó dos de los 7 goles de Portugal, dio dos asistencias y fue el autor de un centro que acabó en un tanto contra su portería de un jugador rival.
Fue su mejor partido con la camiseta rojiverde y Portugal creyó haber recuperado a una estrella, el complemento perfecto para Ronaldo.
El madridista no parece descontento con tener a su lado a su cómplice de juventud y en los entrenamientos se les ha visto muy cercanos.
Algo tocado a su llegada a la concentración portuguesa en Marcoussis, el lisboeta ha jugado los cuatro partidos, pero solo fue titular frente a Austria.
Santos prefiere usarle como el revulsivo del equipo. La receta no ha sido positiva en cuanto a juego, pero ante Croacia fue providencial. Ahora, el hombre impaciente saborea al fin la calma del éxito.

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