Escribió la cantautora española Cecilia, allá por 1975, una canción que ya se quedó en la memoria de todos, en la consciencia colectiva de nuestro país. "Mi querida España, esta España mía, esta España nuestra...", con esos versos pasó a la posteridad el tema. Claro que antes de censura la letra era otra: "Mi querida España, esta España viva, esta España muerta...". Y esta historia curiosa de la canción la adoptado la España de Luis Enrique para mimetizarla y hacerla corpórea. Esta España comenzó viva ante Suecia, pero acabó ese partido y completó el de Polonia muerta. Era una España que ni enganchaba ni emocionaba. Era una España desapegada. Pero pasó la selección la censura, la crítica que censuraba ciertas actitudes y aptitudes suyas, y se ha convertido en otra, mucho más amable, menos irascible, más certera, más querida, más identificativa. Esta España sí que es querida, sí que es mía, sí que es nuestra. Es la España querida por todos.
Y claro que es fácil hacer la lectura tras una goleada a Eslovaquia. Pero la realidad es que más allá de la debilidad de los vecinos de los checos, más allá de los fallos groseros del rival, España, esta España nuestra, esta España de Luis Enrique, puso más en el campo que en los anteriores partidos. Para empezar puso a Busquets, que mejoró al equipo una barbaridad dándole ritmo, ritmo al circular la pelota, ritmo en las ideas, agilizó al equipo, el metió otra electricidad. Y parejo a ese juego, España puso mucho más intensidad con o sin balón. Muchas de las ocasiones nacieron así, de presión e intensidad provocando el fallo del rival, que si es débil pues falla más, claro.
Luego, a pesar de que sus delantero principal sigue peleado con el gol (Morata falló un penalti), encontró la eficacia. Y tal como andaba la cosa, no es mal encuentro. Es más, España logró la goleada del torneo, 5-0, una manita que en todo caso dejó a la selección como segunda tras Suecia y un enfrentamiento en octavos ante Croacia.
España salió ante Eslovaquia dominadora, como ante Suecia o Polonia. Salió también presionando, como ante Suecia. Pero sobre todo salió ante Eslovaquia imprimiendo ritmo al partido. Ritmo de juego, ritmo en las conducciones, ritmo en las circulaciones, ritmo en las ideas. Eso fue en realidad lo que tuvo diferente esta España a las anteriores. Que Eslovaquia no estaba preparada para resistir a una buena versión estaba claro, y prueba de ello son los goles españoles en la primera mitad, un gol en propia puerta increíble del portero tras un regalo de la defensa y unos despejes horribles en las jugadas a balón parado que acabaron por propiciar el segundo tanto. Pero más allá de eso, que está claro que existió, la selección de Luis Enrique provocó un penalti, fallado, un disparo al larguero, varios remates y ocasiones más o menos claras. Es decir, que España demostró sobre el campo que era muy superior.
El ritmo no es solo cosa de piernas, que también. Es de pensar rápido, darla bien, en su momento, y elegir la mejor opción. Eso permite a los que la reciben que puedan ejecutar rápido y con espacio. Pues bien, eso está haciendo Busquets https://t.co/eYebIFH3DJ @eldesmarque
— Álvaro_Ramírez (@alvarillus) June 23, 2021
En todo ello, en ese ritmo de circulación, de ideas, en esa alternancia en el juego que acabó con los ataques previsibles de España tuvo casi toda la culpa Sergio Busquets. El futbolista del Barcelona reaparecía tras su caso de COVID y completó una actuación estelar. Su primera parte fue una cátedra. Con los centrales muy adelantados en España, el catalán ganó cuatro o cinco metros sobre ellos, situándose tras Hamsik y provocando dudas en la medular eslovaca. Si salían a por él, había huecos que intentaban aprovechar Morata viniendo a recibir o Koke o Pedri por dentro; si dejaban recibir a Busi, este jugaba cómodo y agilizaba el juego español dando pases en ventaja, metiendo balones por dentro, abriendo a los costados... Y Hamsik, encargado en principio de atosigarle, dejó de hacerlo cansado pronto, entre la posesión del centrocampista del Barça y el calor la estrella eslovaca dimitió de ese sacrificio bien prontito.
Por eso España pareció sino otra totalmente diferente, otra más entonada, mejor, más agresiva, más intensa y más rápida. Y los goles llegaron. No de penalti, que marró esta vez Morata, pero Dubravka cometió el error de la Euro y regaló el tanto del 1-0, tras remate de Sarabia al larguero. Y luego Gerard dio su segunda asistencia en dos partidos siendo inteligente y sirviendo el tanto a Laporte, que de cabeza estuvo certero. Un 2-0 justo y merecido.
La segunda parte empezó algo aletargada. Después del descanso, con el calor, costaba espabilarse. Pero lo hizo España poco a poco. Jugaba ya cómoda, llegaba a tres cuartos con más facilidad, Eslovaquia había tirado ya la toalla y además dejaba espacios, lo que incrementaba su debilidad sumada a su floja defensa. Eso supo aprovecharlo España y en particular Sarabia, que se fue convirtiendo poco a poco en el hombre clave del partido tras su incidencia en la primera parte. Primero fue el más inteligente en el área para cazar un balón de Alba tras una jugada realmente buena de España. Y poco después asistió a Ferran (salió por Morata) en una jugada ensayada y magnífica para que el 4-0 subiera al marcador. El partido era ya un auténtico disfrute, un rival que había dimitido y una España con ganas de darse el gusto y golear. El quinto llegó en una acción disparatada de la defensa eslovaca que volvió a meterse un gol en propia puerta tras un remate de Pau (otro que saltó al campo) en su primera acción en el campo.
Y pudieron caer más. Porque hubo oportunidades de sobra. El público además disfrutó de Adama Traoré, que mantuvo la fogosidad del equipo en esos minutos ya del tramo final.
De ahí al final además se jugaba ya casi más en el Suecia-Polonia, que pasó del 2-0 al 2-2 y en el descuento al 3-2 a favor de los suecos, que relegó a España a la segunda plaza y al enfrentamiento con Croacia en los octavos de final.