Ernesto Valverde apostó hace un mes, en la visita liguera al Ciutat de Valencia, por un sistema novedoso. El técnico del FC Barcelona salió por entonces con un 5-3-2 que le salió bien, a tenor de la goleada cosechada por el cuadro blaugrana (0-5). Tanto que Valverde no dudó en volver a repetir ese mismo esquema en la Copa del Rey, aunque en esta ocasión con jugadores muy diferentes. El resultado dejó en evidencia las ideas del entrenador, que se vio obligado a rectificar en el descanso.
La defensa hizo aguas por todos lados, especialmente en la primera mitad. Busquets se colocó entre Murillo y Chumi, mientras que Miranda actuó como carrilero zurdo y Semedo, por la derecha. Chumi quedó en evidencia en el primer gol del Levante, a balón parado, mientras que Miranda sufrió una y otra vez por su banda zurda. Este último acabó siendo sustituido al descanso, quedando además señalado en una acción con Coke y en el segundo gol, en el que perdió la pelota. Tampoco se vio demasiado bien a Murillo, que tuvo la difícil misión de debutar rodeado de canteranos pero que mejoró luego con la entrada de Lenglet.
El Barcelona encajó dos goles cuando apenas se llegaba a los 20 minutos de partido, obras de Cabaco y Borja Mayoral. Pudo ser peor, pues la primera mitad estuvo plagada de ocasiones en los dos bandos. Miranda sufría, Chumi sufría, Murillo no se encontraba a sí mismo, Busquets adelantaba y atrasaba su posición dependiendo de quién tuviera la pelota...
Así las cosas, Valverde decidió mover el equipo al descanso. Sergi Roberto entró al terreno de juego para ocupar el carril zurdo en lugar de Miranda. El segundo cambio fue precisamente el de Clément Lenglet, que sustituyó a Chumi, de menos a más a lo largo del partido. Con el paso de los minutos, Busquets fue adelantando su posición para dejar a Lenglet y Murillo como pareja de centrales. Y ya con un esquema y jugadores más reconocibles sobre el césped, el Barcelona fue mejorando en defensa y dejó atrás los numerosos problemas de la primera mitad.