El Barcelona reafirmó su superioridad en el clásico para asestar un golpe a la Liga ante un Real Madrid de trincheras, en depresión e instalado en una realidad difícil de asumir, que dijo adiós a la segunda competición en tres días y, un año más, se juega todo a la carta de la Champions.
Es la realidad del Real Madrid, dolorosa porque la impulsa el eterno enemigo con dos triunfos de autoridad en su casa. Un Barcelona lanzado que reina al ritmo de Messi y convierte en algo habitual la conquista del Bernabéu. Ya no es noticia su triunfo. Sí lo es ver al conjunto madridista resignado a su inferioridad.
El golpe copero aún dolía y Solari apenas retocó su equipo titular. Solo un jugador de campo nuevo tras un desgaste de esa magnitud. El imprevisible Bale debía ser la solución a la falta de gol. Las fuerzas no eran las mismas. El arranque de rabia se sustituyó por un excesivo respeto. Era un Real Madrid de trincheras. De juego atropellado y transmitiendo sufrimiento sin el balón.
La apuesta de Valverde por Arthur aumentó la posesión y Messi tenía ganas de diversión. Sergi Roberto era el retoque táctico. El elegido para frenar la inspiración de Vinicius y consiguió que el brasileño tardará en aparecer. El duelo nacía con una amarilla tempranera a Busquets que condicionaría su partido.
Antes de ejercer el líder una clara superioridad llegaron los intentos de Benzema, sin puntería, y Kroos que probó a Ter Stegen. Pero fue Modric el que desperdició la ocasión de gol más clara en la primera incursión con brillantez de Vinicius por la izquierda. Nada asustaría a un Barcelona que fue adelantando metros hasta la conquista.
La velocidad de Dembélé amenazaba a espaldas de Carvajal y condicionaba sus subidas. La movilidad de Messi ponía en jaque a todos. La primera que tuvo instaló el miedo. Su balón picado a la salida de Courtois se paseó por la línea de gol. Los jugadores del Real Madrid se alejaban de sus virtudes por intentar taponar al rival.
La descomposición se personaliza en el centro del campo con Casemiro superado, Kroos desconocido y Modric reducido. Se esperaba la frescura de Ceballos, pero Solari insistió con lo mismo sin éxito. Su falta de consistencia provocaba los nervios defensivos. Cada llegada barcelonista transmitía mayor peligro hasta que Rakitic ejecutó. Castigando la lentitud de Ramos, que jugó tocado, picando el balón con calidad a la salida de Courtois.
Cuando falta fútbol solo queda tirar de orgullo. A él recurrió el Real Madrid en un intento de reacción con dos centros de Bale en su única aparición en el clásico y un disparo lejano de Reguilón.
Un espejismo ante la superioridad del líder, que quería la sentencia. Messi buscaba la escuadra de falta y Courtois salvaba el tanto de Luis Suárez tras un zurdazo seco desde la frontal.
La polémica siempre presente en un clásico aparecía con las quejas madridistas a un desplazamiento del balón de Busquets con amarilla y en una jugada repleta de impotencia. Un codazo innecesario de Ramos en la cara de Messi en un final de primer acto que reafirmaba la falta de puntería madridista.
Vinicius iniciaba un nuevo ejercicio de falta de puntería, chutando a una banda incluso, y Modric cabeceaba arriba para dejar en un solo disparo a puerta los diez remates.
Era un momento de entrenador. Solari se equivocó en refrescar poco su once y debía buscar soluciones. Tácticamente no dejó nada y su primer retoque fue Fede Valverde. Muestra una realidad con mala gestión de jugadores de peso desaparecidos. Marcelo instalado en el banquillo, Asensio sin opción de ganar buen tono físico por falta de continuidad y teniendo que recurrir a un sentenciado como Isco en busca del milagro.
Hasta ese momento todo el Real Madrid se volvió a reducir a los intentos de Vinicius. En manos de un niño de 18 años al que le sobra voluntad y le falta acierto en los últimos metros. Con una defensa adelantada corriendo riesgos. Un pequeño error impulsaría la sentencia. Lo cometió Carvajal, pero a Luis Suárez le faltó el acierto de la Copa. Dembélé tampoco atinó.
Nada se le puede achacar en la entrega a los jugadores del Real Madrid. Se dejaron todo buscando el gol en un nuevo ejercicio de falta de pegada. Con Benzema desaparecido en la zona del 9 a la hora de la verdad. Intrascendente y sin remates de peligro. Pagando la mala planificación deportiva al no fichar para cubrir la salida de Cristiano Ronaldo.
Vinicius encaraba y se iba, cuando le tocaba disparar se lo pensaba. Disparos sobre defensas, uno sacado con una mano por Ter Stegen, otros a las nubes. Bale se marchaba sentenciado por su afición tras confirmar su condición de suplente y el Real Madrid moría con Isco, sin ritmo, como solución. Se acerca a los cinco años sin ganar un clásico liguero ante una afición resignada de ver reinar al Barcelona en el Bernabéu.