Ya lo dijo Bertolt Brecht, hay personas que luchan un día y son buenas. Hay quienes lo hacen un mes y son mejores. También los hay que luchan un año entero y son muy buenos. Pero los hay quienes luchan toda una vida (o temporada) entera. Esos, esos son realmente los imprescindibles. Aquellos que pugnan por sus sueños, como el del FC Barcelona. Un equipo empeñado en volver a hacer historia.
Porque motivos otorga el ser uno de los pocos equipos del mundo vivo en tres competiciones. También ganar fuera de casa en una eliminatoria continental casi cuatro temporadas después. Cómo no vencer por primera vez en Old Trafford. El lugar donde los sueños se cumplen y también se fundan. Porque el Barcelona lo tiene claro, quiere ganar la Liga de Campeones.
Y es que a veces no hace falta rozar la brillantez para conseguir los objetivos. En esto del fútbol también hay que ser pragmático, bajar al barro, saber sufrir cuando es necesario y aprovechar las oportunidades cuando parecen caducas. Algo que supo hacer el equipo de Valverde, en un partido irregular, abierto y partido.
Una cita en la que no compareció la magia de Messi. Tampoco la chispa de Coutinho ni la pólvora de Luis Suárez. A veces basta con echar el cerrojo, minimizar las virtudes del rival y tener esa pizca de suerte. Un partido con condicionantes en el que lo mejor fue la solvencia que impregnó el equipo. Y cómo no el resultado, que permite al Barcelona soñar con tocar de nuevo el cielo.