Àlex Santos.
Barcelona, 5 jun .- Parecía que iba a arder el Camp Nou, pero al final la cosa aparece casi controlada. Un poco de aturdimiento en parte de la masa, pero nada más. El presidente Josep Maria Bartomeu volvió a domar a la fiera, a la crisis que se le echaba encima. Una vez más, echó mano de su manual infalible: silencio y que pasen los días.
Al Barcelona le tenía que abrazar una crisis de calado por las erráticas expectativas de victoria vividas en el último tramo del campeonato y la verdad es que el asunto que más tiene entretenida ahora a la parroquia es la adecuación o no de la nueva camiseta, con cuadros en lugar de rayas, bajo el urgente argumento del club que se trata de un homenaje al Ensanche de la Ciudad Condal.
Ni una lista de bajas oficial, ni un jugador claramente apunto de caer en el saco (al margen del neerlandés Frenki de Jong), ni aún menos una declaración de alguien autorizado en el club para dar una pista de hacia dónde apunta el club en las próximas semanas.
Del terremoto que se le venía encima al Barcelona, tras la eliminación en semifinales de la Liga de Campeones y después de la derrota en la final de la Copa del Rey, el club ha dejado de recibir embestidas, más allá del rumor que a diario se viven en las redes sociales entre partidarios y detractores de cualquier asunto en clave azulgrana.
El punto culminante de agonía para Bartomeu lo superó hace unos días cuando extraoficialmente cerró a lo presidencialista la continuidad de Valverde en el vestuario, desoyendo cualquier posición en contra ya no de expertos, sino de su propia junta. Bartomeu apostó a su caballo ganador -Ernesto Valverde- y parece que subido a él quiere llegar al 30 de junio del 2021, último día de su mandato, aunque el técnico tiene contrato hasta el 2020.
Después de fijar esta posición y afear a quien próximo a él dispersó por algunos medios que Valverde estaba en la picota y que su despido era inminente, el Barça ha recobrado la sensación de balsa de aceite, donde no se dibuja ni una inapreciable ola.
La situación deportiva, cuyos no logros este curso han motivado mucho disgusto en una parte importante del club, volvieron a poner a prueba el talante de un Bartomeu que no se ha visto envuelto en temporales como el de esta temporada y del que parece que ha vuelto a salir indemne y airoso.
Desde que cayese accidentalmente en el asiento presidencial en el 2014 por la dimisión de Sandro Rosell, pocos por no decir nadie daban un duro por una trayectoria consolidada de Bartomeu en la presidencia, recordando que en su etapa como directivo de la sección de baloncesto bajo la directiva de Joan Laporta acabó siendo destituido por éste. Tiempo después, Bartomeu acabó presentando la dimisión de la junta y se unió en la sombra con los impulsores del voto de censura del 2008.
En el primer revés que sufrió ya como presiente accidental, en una grave crisis en el vestuario, que afectó la relación del por entonces entrenador Luis Enrique Martínez con Lionel Messi, ni corto ni perezoso, Bartomeu adelantó las elecciones a la presidencia en busca de una paz cuya ruptura amenazaba con una crisis de calado.
Superada aquella crisis con un triplete, Bartomeu se llevó la mayoría de votos en las elecciones del 2015, con seis años de mandato por delante, en los que ha vivido con cierta tranquilidad, pero sin gozar del apoyo unánime de la masa del club, hecho que se ha puesto de manifiesto, ya que al mínimo tropiezo la cayó la primera amenaza de moción de censura en el 2017, que finalmente no prosperó por falta de apoyos en el promotor (Agustí Benedito), y que ahora vuelven a escucharse sus ecos.
Al margen del descontento que no parece que se haya disipado entre la masa social, lo que sí tiene claro el mandatario es que el silencio impuesto, no sólo el propio, sino para el resto de directivos, ha ayudado al club a que no se produzca en el exterior ningún eco ni un malentendido de una frase mal expresada por el Barça o malentendida.
Casi dos semanas después de la última gota que parecía que iba a derramar el vaso en Can Barça, a diferencia de un club torpedeado y hundido, el FC Barcelona mantiene un rumbo sin que nada le afecte y con una agenda que no parece estar sometida a ninguna prisa ni presión: no ha llegado ningún jugador para crear una aparente ilusión, ni ha salido nadie reportando un gran beneficio económico.
Bartomeu domó a la fiera, a un Barcelona históricamente susceptible de entrar en ebullición y que ya ha vivido episodios de autolesión y audestrucción que tanto daño le han hecho, y que en cambio ahora con todo el verano por delante, y casi con un mes para cerrar las cuentas el 30 de enero, parecen anunciar que las crisis de ahora no son para tanto.