Emre Demir aterrizó en el Barça siendo considerado una de las grandes promesas del futbol europeo. Varios conjuntos ‘top’ tenían su nombre en el punto de mira después de asentarse en el primer equipo del Kayserispor siendo aún muy joven, y eso provocó que Joan Laporta pusiera su atención en él. Y finalmente acabó consiguiendo cerrar la contratación del media punta nacido en el año 2004, tras pagar cerca de dos millones de euros.
Confiaban en su potencial, y los informes que manejaban eran altamente recomendables. En un principio, le prometieron ficha del filial, aunque con la oportunidad de entrenar a menudo a las órdenes de Xavi Hernández, y de entrar en más de una convocatoria en caso de que hiciera méritos. Por desgracia, los pocos meses que ha durado la aventura del internacional turco en categorías inferiores han sido un calvario.
Desde el primer día las cosas comenzaron a irle realmente mal, y en total solamente pudo acumular 24 minutos, repartidos en dos encuentros de la Primera RFEF. Rafa Márquez avisó desde nada más verle en acción que no tenía el nivel ni la personalidad necesarias para poder jugar en el Camp Nou algún día, y la barrera del idioma también ha sido un obstáculo insalvable. Su adaptación ha sido imposible, y por ello, lo mejor era separar los caminos.
Eso es precisamente lo que hizo Laporta, que permitió su marcha en el último día del mercado invernal, para que Demir pudiera regresar a su país natal, y enrolarse en las filas del Fenerbahce. Lo hace sin dejar ningún tipo de compensación en las arcas del Barça, y convirtiéndose en una de las operaciones menos exitosas que se recuerdan en mucho tiempo. Porque su caso recuerda mucho al de Keirrison o el de Henrique, que también fueron fichados por Laporta como grandes perlas, pero se fueron sin hacer ruido.
Quién sabe si en un futuro no lamentan esta decisión…