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Betis
4-0
Levante

Musho Betis, poquísimo Levante

Javier Mínguez

En fútbol, se puede ganar o perder y más los equipos tan modestos como el Levante UD, que no se pueden pasear domingo sí y domingo también por los campos de España como si fuesen el Real Madrid de las seis Copas de Europa, aunque lo parecieran contra el Villarreal o la Real Sociedad. No, que el conjunto granota va a sudar tinta esta temporada lo saben los vivos y los muertos y sólo lo ignoran, como dice su nombre, los ignorantes. Pero luego están las tardes tontas, ésas que los equipos bien armados y concebidos como el de Muñiz tienen un par de veces al año. O tres, no más. El encuentro del Benito Villamarín fue precisamente eso, un Betis (4-0) muy venido arriba por sus últimos resultados y su triunfo en el Santiago Bernabéu y un pelele en sus manos. No se lo tomen a mal, es sólo algo descriptivo. Borrón y cuenta nueva, es lo que hay, es lo que toca. Es el Levante UD.

El Betis salió dispuesto a todo en la primera mitad, manejando la pelota a su antojo, llevándola de una punta a otra del Benito Villamarín frente a un Levante que apenas la olió durante los primeros minutos de la contienda. El Levante UD, sin embargo, tampoco parecía por la labor de dar facilidades a su adversario y ahí aguardaba en los 30 metros de campo por delante de Raúl Fernández, paciente, bien ordenado y con el brillo en los ojos por si había que lanzar algún contragolpe con el que coger en paños menores a los de Pepe Mel al menor de los renuncios. De hecho, a más de uno no le llegó la camisa al cuerpo cuando en el minuto 4 Morales salió como un rayo hacia el área de Antonio Adán superando en velocidad a la defensa, que se vio obligada a derribarle en la frontal del área. Y claro, a todo el mundo se le apareció en sus peores pesadillas un nombre: Enis Bardhi. Sin embargo, el disparo no partía desde su posición ideal sino más escorado a la derecha y estrelló el esférico en la barrera.
Era un aviso de los granotas y, entre tomárselo como algo serio o tímido, el conjunto verdiblanco se lo tomó por lo positivo y continuó lanzándose a por el 1-0 aunque acogiéndose más a la teoría que a la práctica puesto que Raúl Fernández no tuvo que intervenir con asuntos de palabras mayores en los primeros 45 minutos. En el 22', Antonio Barragán apuró línea de fondo pero no para centrar a la olla sino para retrasar el cuero donde entraba como un miura Sergio León para conectar un zapatazo que casi entra por la escuadra derecha aunque lo que hizo fue estrellarlo en el lateral de la red. Poco después, y por el otro costado, Joaquín se marcharía hacia adentro y, cuando encontró el momento adecuado, también disparó con la diestra aunque su chut se marcharía más desviado que el de su compañero cordobés.
Así expirarían los primeros 45 minutos, con la sensación de que el Betis dominaba pero con una superioridad estéril que no podría derribar a un bien armado defensivamente Levante. Una percepción muy desacertada, a tenor de lo sucedido cuando el balón volvió a rodar tras el paso por los vestuarios. Los hombres de Quique Setién saltaron al césped más metidos si cabe en el encuentro, con un centro del campo liderado por Guardado y Fabián que, con un juego en corto y muy rápido, creó un tremendo cortocirtuito en el Levante. Los granotas, como si de un partido de tenis se tratara, seguían la la pelota con la mirada e incluso les costaba lograrlo y, cuando lo conseguían, los sevillanos ya se habían plantado en el área visitante con el cuchillo entre los dientes y, especialmente Sergio León y Sanabria, con los ojos inyectados en gol.

No tardaría mucho en golpear el conjunto heliopolitano y precisamente con sus dos delanteros como protagonistas. En el 47', el Betis empezó a moverla en la parcela ancha como los trileros y, una vez dado el paso en falso por el Levante, el balón salió con veneno hacia Sergio León, que la centró al segundo palo para que Sanabria se elevase por encima de Postigo y cabecease al poste y a la red. No había mucho misterio, el primer tanto lo logró el que más lo ambicionó, quien más fútbol puso encima de la mesa del partido frente a un Levante desconocido no por su actitud esperando atrás a su adversario sino por verse totalmente desarbolado y lejos de su identidad. El 2-0 llegaría pronto y sería una acción muy significativa de la mala tarde-noche de los de Muñiz. Fabián la recogió en el círculo del centro del campo, se recorrió 30 metros y se plantó en la frontal para lanzar un zurdazo cruzado y batir de esta manera al cancerbero granota. Chaparrón.
Le tocaba remar a contracorriente al Levante, pero no en plan un 0-2 ante el Deportivo con el aliento de un Ciutat de València enfervorizado. No, no es lo mismo. Era un 2-0 contra un Betis 'on fire' y con toda una iglesia detrás jaleando a sus apóstoles y sus cuatro evangelistas: Guardado, Fabián, Sanabria y Sergio León. El Benito Villamarín era una auténtica fiesta, querían prolongar el subidón de la victoria frente al Real Madrid y contra un Levante noqueado la ocasión la pintaban calva. Y le llegaría a los verdiblancos en el 65'. Sanabria abrió a Durmisi, otro de los grandes de este encuentro y, tras entrar como un bala, envió un centro que era tres cuartos de gol al palo largo para que Sergio León encontrase el premio a su gran partido con la tercera diana de los sevillanos.
No el movimiento de piezas de Muñiz iba a surtir efecto aunque fuese de torniquete para el desangramiento granota en el Villamarín. Nano y Samu García entrarían por un desaparecido Bardhi y por Ivi pero ni una leve racha de viento sopló a favor de los valencianos, que seguían siendo una marioneta en manos de los béticos. En el 77', tras un amago de ataque del Levante, despejó la defensa local y Rafa Navarro salió como un loco a buscar el cuarto. Tras evitar a varios adversarios, a trancas y barrancas el balón cayó en las botas de Nahuel, que soltó la diestra para obligar a Raúl Fernández a hacer un paradón y salvar la honrilla, si es que se puede decir, de los de Muñiz y dejar el saco de goles en saquito. Bueno, al final fue saco porque Tony Sanabria, que ya fue el héroe del Bernabéu, todavía no estaba saciado y, en el último suspiro, marcó el segundo para redondear su gran noche. Una noche para olvidar para los granotas. Una pesadilla en el Villamarín.

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