El Levante no mereció más recompensa que la obtenida ayer en La Cerámica ante el Celta, vaya eso por delante. Ni las sensaciones ni el juego del equipo dieron para algo más que evitar perder defendiéndose como gato panza arriba, ante un Celta desahuciado y sin alma.
No obstante hay veces en el fútbol, en las que una victoria inesperada cambia la dinámica de una mala racha de resultados, y ese debió de ser el caso de ayer. El Levante, sólo encajó un gol, que viniendo de dónde se viene es todo un éxito, porque herramientas arriba para ver portería, tienes más que de sobra.
El gol de Dani Gómez debió subir al marcador, por una razón muy simple. Roger no interfiere para nada en la jugada. La norma es clara y sencilla, y el colegiado interpretó lo que le dio la gana, en una jugada que ni tan solo debió de ser revisada.
Pero ni tan solo el criterio de cuando se debe o no revisar tienen claro los colegiados. El VAR venía para ayudar al fútbol a ser mejor, o al menos eso nos vendieron, pero la verdad, es que al final de la corrida, los errores son los mismos pero más inexplicables.
Una cosa es que te equivoques, porque al final puedes verlo desde un punto de vista distinto al resto, y sólo tienes la ayuda del asistente, pero lo verdaderamente preocupante, es que no sólo no sepas cuando revisar, si no que además, vayas a verlo, y veas algo distinto al resto del mundo.
En este sentido, y para darle formalidad a mi razonamiento, me apoyo en lo que dice la norma. En este caso cuando se habla de la interferencia de un jugador, no hay duda posible. Un atacante que está en una posición de fuera de juego, no obstruye el campo visual del guardameta ni hace un gesto o movimiento que lo engañe o distraiga, es decir que Roger ni está en el campo visual del guardameta ni se mueve despistándolo.
No hay duda posible. Se equivoca el colegiado y le birla dos puntos a un Levante que los necesita como el respirar para salir lo antes posible de una zona caliente, que aunque ahora está algo templada, no empezará a quemar, y es más sencillo apagar un papel ardiendo en el suelo, que un edificio en llamas.