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Lo imposible

Víctor López

Llevo desde el lunes que estoy que no estoy. Desde que Soldado me fastidió el postre del sábado, decidí tomarme esa tarde y el domingo en modo zen. Sin pensar. Abstraído. Difícil, aunque se puede decir que lo conseguí. Con dos niñas en casa y sin poder salir… Manualidades, maquillaje, bailoteos. Cualquier cosa valía. Pero desde que arrancó la rutina semanal… es que no puedo. Hago reuniones con mi equipo en el trabajo y solo me falta hacer una piña final con grito de guerra incluido. Le pongo nombre a los macarrones y los dispongo en formación 4-4-2. Y al día siguiente con las patatas también. 3-5-2, como otra opción. Entro en casa como un capitán al vestuario, dando aliento a los míos ¡Vamos, coño, vamos! Y, por si fuera poco, recibiendo estímulos por todos lados. Tertulias, podcasts, videos, fotos, whatsapps… Ayer no vi ni la otra semifinal. Mi cabeza no estaba para eso. ¡Y vaya día me espera hoy!

Postigo y Morales con las camisetas conmemorativas. (Foto: Levante UD)

Cual receta médica, dos por la mañana y otras dos por la noche, me pongo con mis hijas el video del club bajo el título “Soñando lo imposible”, con el prefijo de negación tachado al final. Minipunto para quien corresponda. Porque imposibles quedan pocas cosas ya. Para la humanidad, en general. Y en Orriols, en particular. Desde bien jovencito decidí autoimponerme un lema en mi vida. “Lo difícil se hace. Lo imposible, se intenta”. Y así fue. Que se lo digan a mi mujer. Muchos años lo tuve de frasecita de Messenger. Sí, todos tenemos un pasado. Al menos el mensaje llegó y lo acabó pillando. Al menos sirvió de algo. También tuve mucho tiempo el clásico: “Le tengo más respeto a una caca de perro” que el mítico Salva Ballesta le dedicó a Oleguer Presas. Qué grande el ‘Aviador’. Y aquí, los que se dieran por aludidos, pues no era mi intención. Por algo sería.

Decía el otro día, tras los cuartos, que “esto ya no nos lo quita nadie”. Y lo de esta noche tampoco. Ni la vuelta. Hay que disfrutarlo. Y hay que soñar. Sin miedo a nada. Sin miedo a todo. Porque solo así se consiguen las gestas. Solo así se escribe la historia. Creyendo siempre. Luchando siempre. Yo puedo con todo. Nadie me puede hacer más daño que yo. Confianza en uno mismo. Ojalá llegue esto al vestuario. No soy ningún gurú del coaching. Ni lo pretendo. Solo un ciudadano de a pie. Una persona normal. Uno más. Pero esto es actitud de vida. Y actitud ante la vida. Solo hay que trasladarlo a un campo de fútbol. Sinónimo de éxito.

Levante-Villarreal en Copa del Rey (Foto: LaLiga)

Hablando de ‘Lo imposible’ me viene a la mente la taquillera historia de aquella familia que sobrevivió al catastrófico tsunami de Tailandia de principios de los 2000. No hace demasiado. Juan Antonio Bayona, años más tarde, llevó este dramático episodio al cine. Para quien no lo conozca narra el sufrimiento de una doctora española, su marido y sus tres hijos, que vieron como sus paradisiacas vacaciones de Navidad se convertían en un infierno. La gran ola del océano los arrasó como a tantos miles de personas que no pudieron contarlo. Y los separó. Cada uno por su lado. No voy a contar más. Disfrútenla si gustan. Pero sí el final. Porque de sobra es conocido. Terminan juntándose todos. Spoiler al canto. Y esto es real. Esto pasó. ¿Quién se lo iba a decir a ellos? ¿Quién podría imaginar siquiera? Que sobrevivirían. Que se encontrarían. Cuestión de fe, para los creyentes. Cuestión de actitud, para todo el que quiera.

No me gustaría tanto dramatismo. Esto es solo fútbol. Y hay cosas mucho más importantes. Pero sin esos tintes heroicos nada sería lo mismo. Por delante 90 minutos para la historia. Ya llegarán los otros 90. Y como decía una canción de hace unos años: “Los imposibles también existen”. El grupo no lo diré que aquí hay mucho purista y no quiero quedar señalado. La llevo tatuada. Real. Es mi forma de afrontar la vida. Insisto, a mí me da resultado. Y no sólo con mi mujer. Hoy, os toca a vosotros.

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