El Levante UD es todo un esperpento, se mire por donde se mire. No funciona nada y sigue sin hacerlo ya desde hace mucho tiempo. Los granotas han tocado fondo y ya nadie sabe cómo hacer reaccionar al equipo. El Levante ha hecho de la inoperancia su seña de identidad y la manifestación elevada a la enésima potencia se dio este martes sobre el terreno de juego de El Collao. Cualquiera podría haber pensado que el Levante es un equipo desprovisto de alma y espíritu, sin embargo, la remontada protagonizada durante el partido desterró esa idea. Se trata de una cuestión de actitud y eso es lo que le falta al Levante. Lo dice hasta el propio técnico, que se mostró tremendamente crítico con sus jugadores a la conclusión del encuentro. Ni siquiera el hecho de que el rival jugase durante buena parte del encuentro fue un acicate para ganar el partido ante un rival que milita dos categorías por debajo.
La afición no puede más y el sufrimiento del levantinismo es tremendo ante un final que parece inevitable. La Copa ya es historia y aunque eso liberará al equipo de una distracción por si quedan posibilidades de que la temporada no acabe suponiendo un descenso casi seguro, la forma en que este Levante fue durante mucho minutos un juguete roto a manos del Alcoyano es dolorosa, injusta e indigna, una vez más.
Tras el varapalo de este martes en la Copa, el Levante debe intentar reponerse como pueda para competir en el próximo derbi ante el Valencia. Un ejercicio psicológico de magnitudes bíblicas teniendo en cuenta de dónde viene el equipo y que no sabe lo que es ganar un partido desde el pasado 10 de abril, con permiso de la 'pachanga' de la primera ronda ante el Huracán de Melilla.