El Cádiz tenía que ganar sí o sí el partido ante el Mallorca y un triste empate no le sirve casi de nada. El día en el que tenía que olvidar todas las penurias de la temporada para engancharse de nuevo a la esperanza, tampoco fue capaz de sacar el partido adelante y se asoma al abismo.
En el primer tiempo el Cádiz ofreció la peor cara como local de las últimas semanas. Incapaz de superar a un rival muy bien puesto en el campo, no tenía recursos para responder al orden de los visitantes. Y todo se pudo todavía peor cuando encajó el gol de Muriqi a las 12 minutos. Entonces se le vieron todavía más las carencias.
Pellegrino había apostado por un once con tres centrales y sin extremos. Todo pasaba por la supuesta seguridad defensiva de ese sistema y por la profundidad de los carrileros, pero ni una cosa ni la otra.
En el descanso el entrenador cadista tocó el equipo y se notó. Empezó a ser un equipo con sentido y eso que Guardiola no es un extremo al uso. Pero empezó a hacer daño con una circulación más rápida siendo menos previsible. En una acción con fortuna llegó el empate gracias a un tanto en propia puerta de Mascarell.
Quedaba media hora por delante y el Mallorca también tenía que demostrar que no se conformaba con ese punto momentáneo. Con la entrada al campo de Darder empezó a tener algo más el balón y a contener el acoso inicial de los amarillos.
El partido entró en el tramo final con las fuerzas muy igualadas y con la posibilidad de que un gol le cambiara la vida a unos y a otros. Pudo Darder hacer el segundo del Mallorca y tanto Guardiola como Roger tuvieron ocasiones, pero el balón no entró y la cosa se queda igual de complicada. O de imposible.