Málaga C.F. | 00 | 40 | Real Madrid |
0-1, minuto 10. Higuaín recibe 'por dentro', quiebra a Rubén y marca.
0-2, minuto 23. Cristiano amortigua con la izquierda un servicio de Di María.
0-3, minuto 27. Cristiano recibe a placer y fusila a Rubén.
0-4, minuto 38. Cristiano de espuela en un saque de esquina.
El encuentro tardó en romperse diez minutos. Lo que empleó Higuaín en rememorar tiempos oscuros del pasado. En una de las jugadas de salón del Madrid en tres cuartos y hacia abajo, el ‘Pipita’ recibió un balón ‘entre líneas’ y lo transformó en gol ante la facilidad colectiva en defensa. El jeque se removía en su asiento, no acababa de terminarse su primer cigarrillo y ya iba perdiendo su equipo. Y eso que el Málaga no empezó mal, con alguna ‘mini-ocasión’ de Rondón en un balón dividido, un Apoño con hambre y un Isco que necesita (y quiere) la pelota. Pero el Madrid jugaba a la perfección con balón y sin él. El Málaga hacía aguas atrás y se mostró muy a la merced blanca (ayer negra).
La competitividad del equipo de Pellegrini aún se busca. Es en estos partidos en los que los focos viran hacia La Rosaleda, cuando se deben plasmar los millones en el campo. La pomposidad debe sudar ante los equipos que le pelearán al Málaga los objetivos. Es aquí cuando Cazorla, Toulalan o Demichelis deben decir: “Somos nostros”. Pero no. Lo que fue el equipo esta noche es un muñeco en manos de un Cristiano que engordó números. El Madrid corría, no la perdía, la mimaba, jugaba tan fácil que asustaba. Aviones pasando por los lados de los peluches defensivos blanquiazules. A más de uno le faltó abrazar al portugués en alguno de los tantos. Pero la sensación fue la contraria, la de abrazarlos a ellos por la fragilidad que aparentaron. El segundo gol llegó en el 23 llegó tras una asistencia de Di María, el tercero fue un fusilamiento a Rubén (que poco pudo hacer anoche) y el cuarto de preciosa espuela tras un córner.
El Madrid bailaba. El Málaga se descomponía. Sólo Apoño con algunos destellos y cambios de juego, Eliseu e Isco demostraban algo. A Cazorla aún se le espera en el juego combinativo y Joaquín sigue gritando en el campo que es un jugador de banda. No lo oye Pellegrini, que se empecina en hacerlo jugar de segundo punta. A pesar de todo, tuvo una ocasión certera al borde del descanso que no entró porque Casillas es el mejor portero del mundo. El equipo no atinaba con el balón y sin él mostraba unas lagunas tácticas alarmantes. Una incapacidad manifiesta que debe hacer reflexionar. Esto ya no debe ser el conformismo de antaño. Los tiburones huelen la sangre. Y el Málaga se ha convertido en una víctima previsible y frágil.
Y aún quedaba la segunda parte, aunque para algunos el partido acabara en el minuto 40 y decidieran marcharse a casa. Se perdieron un arranque de orgullo tardío del equipo blanquiazul, que, al menos, tuvo casta para buscar el gol del honor. El Madrid, pensando en la jornada inter-semanal se dejó ir, y el Málaga comenzó a obrar, a gustarse, a crear fútbol ofensivo y coleccionar ocasiones: dos balones al largueros (uno de falta de Joaquín y otro de Seba Fernández) y un rosario de llegadas, disparos e intervenciones de Casillas. Venía tarde el empujón y con el consentimento del Madrid, pero era una dosis de maquillaje necesaria para el equipo y la afición. Sin embargo no fue más que eso, maquillaje para limpiar impurezas de la primera mitad y de partidos pasados. No debe conducir a equívocos, tras el descanso el Málaga fue y el Madrid estuvo. Pese a todo, la afición se gustó y aplaudió con las arrancadas del incombustible Eliseu y los detalles de Isco, un José Tomás de esto. Pero la derrota de ayer en los 45 minutos emocionales que duró el encuentro es para sacarle punta. Algo falla y todavía queda mucho para llegar a ser ese equipo que aspire a lucharle a los grandes.