Gozaron como nunca. Ubicados en una esquina del Constant Vaden Stock, callaron con sus cánticos a los ruidosos seguidores del Anderlecht. Y no hubo que lamentar ningún incidente. Ejemplar.
Ya por la mañana, el blanquiazul tomó Bruselas. Numerosos bares del centro y de la fascinante Grand Place se vieron poblados de seguidores del Málaga. Pero lo realmente increíble se produjo en la llegada del equipo a la Costa del Sol. Una veintena de aficionados esperaron a la expedición en el aeropuerto para felicitar a sus ídolos y fotografiarse con ellos. Eran las cinco de la mañana de la madrugada de un miércoles. Es solo otro ejemplo de una afición de Champions.