El Málaga es la rabia. La que tenía por su tropiezo en Granada y la de comentarios y dudas que generó. La rabia de Horta, que se muere por agradar y por poner en pie La Rosaeda. La rabia con la que Samu Castillejo, Samu y Juanmi van a por cada balón y la rabia con la que celebró su gol el de Coín. La rabia contenida de Amrabat, que ni celebró su gol. Es también la rabia que da ver a Luis Alberto, un niño con las condiciones para ser lo que él quiera, pero cuya indolencia le hace un futbolista vulgar.
El equipo de Gracia sigue ahí, en su ya eterna séptima posición, manteniendo a raya a los que vengan apretando y avisando a los que está por encima. Y no, este Málaga no ha bajado los brazos por lograr el objetivo de la permanencia. Que nadie lo dude, va a por Europa descaradamente.
El Córdoba entró con fuerza al partido. No por fútbol, sí por despliegue físico y por su ausencia de miedo a la hora de meter la pierna. Y hasta amenazó a Kameni en una acción en la que Angeleri llegó bien para cortar un ocasión de Ghilas.
A partir de ahí el Málaga fue a más, sin grandes alardes, pero conseguía hacer algunas triangulaciones interesantes. Tiro de Juanmi por aquí, tiro de Rosales por allá, que si Horta, que si Darder.
Aunque el momento clave de la primera mitad fue una de esas jugadas que quedaron en nada pero que bien pudieron inclinar la balanza para cualquiera. Una acción de calidad de Boka, que estrelló un balón en la portería de Saizar tras salir de un recorte. Pero la acción llevaba réplica.
Del rechace del poste se pasó a una contra del Córdoba en la que Bebé encontró el sitio exacto donde conectar con Ghilas. El delantero quizás estuvo lento, pero no hay duda de que Kameni anduvo rápido y listo para abortar el gol y poner a toda La Rosaleda a corear su nombre.
El Málaga gozó de alguna situación más. Una falta indirecta en el área del Córdoba que finalizó Samu de cabeza tras el pase suave de Boka; una contra que Horta condujo y terminó tomando la peor decisión y un tiro de Darder tras salir de recorte en el que buscó sin acierto la escuadra de Saizar.
No había sido muy bella la primera mitad, pero se respiraba en el ambiente que algo estaban tramando los delanteros malaguistas, que revoloteaban como avispas por los alrededores del área cordobesista.
Efectivamente, justo después de un primer amago en el que Horta terminó pidiendo penalti (no pareció), llegó el tanto del Málaga.
Una jugada que poco antes el colegiado dejó seguir tras una entrada durísima a Camacho continuó hasta que llegó a las botas de Samu Castillejo. El jovencísimo futbolista del Málaga dio un pase de cuchara a Juanmi, que definió con un suave roce, brillante. El Córdoba reclamó fuera de juego del delantero de Coín. Fuese o no, asistencia y definición merecen una reverencia.
En lugar de hundirse, el Córdoba dio un paso al frente. Y no empató porque Weligton apareció cual mesías para sacar bajo palos un remate de Florín. Daba la sensación de que el derbi estaba en una fase un tanto dispersa en la que el Málaga pese al marcador, había dejado de tener bajo control el partido. Pero cuando los choques se disparatan puede pasar cualquier cosa.
Por ejemplo que Horta se saque de la manga un trallazo que hizo temblar durante medio minuto la portería de fondo de La Rosaleda. O el golazo de Nordin Amrabat, de un disparo seco, lleno de rabia contenida, como su 'celebración', que recordó un poco a aquel día en que Nabil Baha marcó dos goles al Villarreal. Y pudo hasta llegar un tercero. En una contra Horta conectó con Luis Alberto, que solo y con todo a favor envió el esférico fuera.
Y se terminó un partido en el que la gente acabó animando a la afición del Córdoba, señorial durante todo el partido. Ahora a por el Rayo, a Vallecas, donde el Málaga tiene viejas cuentas que saldar.