La derrota del Málaga en Villarreal no es anecdótica. Vale dinero, vale sueños, vale ilusión. Un costo muy elevado. Y no es anécdota porque te roba una séptima plaza que parecía hecha para este equipo, el que más veces la sintió en sus carnes. Y no es anecdótica porque el equipo venía emitiendo señales desde hacía muchas semanas. Otra tarde en blanco, encefalograma plano.
No sirve de consuelo en tardes como esta pensar en que el trabajo ya estaba hecho con la permanencia. Ni a la gente ni a los futbolistas. Aunque tampoco merecen un castigo severo estos jugadores por no mojar las sábanas del malaguismo con la añorada Europa. Hay quien dice que esto comenzó en el mercado invernal con las salidas de Roque y Antunes y la llegada de refuerzos 'B'. El problema no es el ahora, es que desde los despachos difícilmente van a conseguir ilusionar a la gente cuando empiece la nueva campaña de abonos. Sorprendería que no bajase la cifra, la verdad.
Para el que no conozca a Marcelino, le puede parecer que la primera parte estuvo controlada por el Málaga. Pero es ficción. Al Villarreal le gusta ese traje, es el que mejor le sienta. Espera, espera, espera... Deja que te acerques y mueras en su guarida, en su última línea. Esta vez, además, se juntaba que no tenía por qué ser agresivo ni buscar al rival, porque sus deberes estaban hechos.
Se limitó a esperar al Málaga y salir un par de veces o tres mal contadas. Gio fue el que más cerca estuvo de marcar en una acción en la que venía de fuera de juego y se plantó casi de casualidad delante de Kameni. Su disparo, con todo a favor, se marchó fuera. Buscó la opción más complicada, la escuadra del palo del portero cuando tenía todo para él...
Luego estaba el Málaga. Bien plantado pero sin chispa y sin ideas claras. No sabía cuál era su plan de ataque. No entró bien por las bandas ni tenía recursos para abrir la muralla amarilla por el centro. Aun así, Javi Guerra tuvo un par de oportunidades para abrir la lata. Una a los cinco minutos y otra a la media hora tras un centro de Horta que el veleño peinó con la cabeza. Juan Carlos la envió a córner.
En la cuenta del partido, apenas podemos añadir -ante la falta de acción- el disparo de Trigueros tras una cambinación del Villarreal que se fue por el lateral de la portería de Kameni. Y punto. Ni patadas hubo, ni se dio cuenta uno que Velasco Carballo era el colegiado...
Llegó la segunda parte y con ella más de lo mismo. La inoperancia del Málaga quedaba al descubierto en cada ataque. Tiros desesperados de Darder y Amrabat, un remate de Javi Guerra que se marchó alto... No había frescura ni plan. Pero tampoco había enfrente un rival feroz. Por eso continuaba 0-0 el duelo. Porque en estos 45 minutos, los de Marcelino sumaron un centro peligroso que no remató Gio, una falta en buena posición mal ejecutada por Bruno y los dos goles de Gerard, que fueron regalos, sobre todo el segundo con el fallo de Kameni.
Los movimientos desde el banquillo cuando todavía el sueño era posible, habían sido meter a Duda y Juanmi, pero ninguno ofreció nada distinto. Porque el problema del Málaga viene de lejos. No es que no quieran, no es que no hayan querido, es que no dan para más. Entendido eso, se pueden rendir honores a este equipo por evitar cualquier coqueteo con el descenso.
No olvidamos el gol de Darder, es que es tan irrelevante que no tiene hueco. Es una lástima porque el reto era muy bonito. Ahora está en manos ajenas a falta de una jornada. Y no es culpa de nadie más que del Málaga. Y no es mérito de nadie más que del Málaga. Qué sabor tan raro...