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Concierto íntimo de Ochoa en La Bombonera

ElDesmarque

Guillermo Ochoa concedió una entrevista a la Revista La Bombonera, que se reparte en La Rosaleda los días de partido y que le dedicó al portero mexicano la portada de una publicación especial por conmemorar el 90 aniversario de la radio en Málaga. Ochoa, desde un plano más personal, se muestra feliz en Málaga, cuenta sus inicios de portero y la complejidad que entraña su profesión, rememora su Mundial, explica sus rizos y habla hasta de Napoleón Bonaparte.

Porque Ochoa iba para delantero hasta que se lesionó el meta titular de su equipo en la Escuelita del América. “El entrenador preguntó que quién quería ser portero. Levanté la mano. ¡Y me fue bien! Atajé un penal, y ahí comenzó todo”, recuerda el mexicano, sabedor de que los porteros son los ‘raros’ del equipo: “Los otros jugadores pueden celebrar el gol, pero nosotros estamos entre el odio y el amor, al límite de los errores. Pero a mí personalmente me gusta, disfruto robándole goles a los delanteros”.
Ochoa debutó precozmente en el América, y su popularidad se hizo casi insostenible. Recuerda que su madre le prohibió en su día salir con ella a la calle por un baño de masas que 'sufrieron' en un supermercado: “Me tocó estar en el equipo más importante de México, tan mediático que lo futbolístico te puede ir muy bien o muy mal. Como persona pública llegas a perder tu privacidad”. En Europa disfruta de una vida privada más plena y reconoce que aún seguirá aquí muchos años: “De momento no tengo pensado volver”.
En Málaga, “un sitio espectacular para vivir”, es feliz: “Es una ciudad con mucho encanto, con mucha historia, con sus raíces muy pegadas que la hace única”. Aquí nació su segundo hijo, Guillermo: “Lo mejor que me voy a llevar de aquí es un hijo malagueño. Cuando pasen los años, si seguimos aquí, crecerá contento, y si estamos fuera querrá regresar donde nació”. Su otra hija, Luciana, es francesa, natural de Ajaccio, donde también vino al mundo Napoleón Bonaparte y donde Ochoa residió algunos años: “Napoleón es muy emblemático, está por todos lados. Al final conoces la historia y profundizas cuando estás ahí, a mi me gusta hablar sobre él cuando la gente me visita, explicar dónde vivió y creció, cuándo se fue al continente y volvió…”.
Ochoa, que con 30 años ya estuvo en tres Mundiales y unos Juegos, no olvida su papelón en el último, el de Brasil 2014: “Fue lo más bonito de mi vida profesional. Cuando pasen los años, pasen y pasen y se recuerden los Mundiales, mi nombre estará escrito. Ese es el sueño de todo niño futbolista”. Devoto del ‘13’, número bendito (y no maldito) para él, confiesa en la entrevista que Ronaldinho es el mejor jugador al que se ha enfrentado y que Piojo López el mejor de todos los que militaron en sus equipos. “¿Ídolos? Schmeichel es uno, Óscar Córdoba, Buffon…”, responde.
Su imagen es icono mundial. Los rizos de Ochoa forman parte de su esencia. “La gente se identificó con mi pelo. Estando en el primer equipo del América como quinto portero, los otros cuatro tenían el pelo largo: Cristian Martínez, Adolfo Ríos, Hugo Pineda y Alberto Becerra. Y yo, como subía y bajaba al primer equipo, me dijeron que si quería seguir entrenando con ellos me tenía que dejar el pelo largo. Así que no quedó otra. Debuté con él, me sentí cómodo, me acoplé con él y me lo dejé”, explica Ochoa en La Bombonera (leer entrevista completa aquí).
Ochoa, que estudió Administración de Empresas en la Universidad, confiesa que su vida seguirá ligada al fútbol cuando cuelgue los guantes y recuerda nostálgico su voto en el Balón de Oro de 2007. Además, reconoce su devoción por las sardinas, seducido por su olor, y por el pique, con el que decora sus comidas en los restaurantes mexicanos de España: “Tratan de hacer los platillos igual y el sabor no es el mismo, pero no está muy lejos”.

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