La tragedia del Chapecoense ha tambaleado sentimentalmente al mundo del fútbol y ha provocado que inevitablemente afloren entre los más veteranos del lugar los recuerdos del accidente que sufrió el Málaga camino de Tenerife. Precisamente hoy se cumplen 60 años y dos meses de aquel suceso que increíblemente no dejó fallecidos entre la tripulación (33 pasajeros y cinco tripulantes) ni tampoco heridos de excesiva gravedad. Fue un milagro.
Fue el 29 de septiembre de 1956. El CD Málaga viajaba a Tenerife para afrontar un partido de liga de Segunda División. El avión, un Bloch Languedoc de la compañía Aviaco, comenzó a arder durante el descenso al aeropuerto de Los Rodeos y tuvo que realizar un aterrizaje forzoso en pleno campo, en La Laguna, y envuelto en llamas. El avión se partió por la mitad y milagrosamente no hubo fallecidos entre los tripulantes pese a lo estremecedor del accidente (ver galería inferior). Sí que murió una habitante de la casa sobre la que aterrizó el aparato.
Patricio, Madariaga, Del Río, Emery y Carrillo fueron los heridos leves de la plantilla, todos con contusiones, erosiones y heridas. “Ahí nací otra vez”, suele decir Bernardi cuando le preguntan por aquello. El partido se disputó finalmente dos días después con triunfo local por 2-0. La expedición blanquiazul volvió a casa en barco,en un petrolero de CEPSA, por temor a coger de nuevo un avión. Este martes, por desgracia, se ha vuelto a recordar aquel capítulo negro de la historia del Málaga, aunque en su caso corrieron mejor fortuna que la gran mayoría de los expedicionarios del Chapecoense.