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Colorido fiestón con Sandro en las plegarias

Luis G. Díaz

La ocasión lo merecía y La Rosaleda respondió con creces en el derbi ante el Sevilla. El Málaga  recibía a los hispalenses en el mejor momento de la temporada. El equipo parece otro desde que se quitó de encima toda la presión en El Molinón y la gente acude al templo de Martiricos con un talante muy diferente, con más ganas de disfrutar. Y eso se nota.

El club preparó un mosaico previo con los colores blanquiazules del Málaga y con el verde y el morado que representa a la ciudad, y también repartió pinturas entre multitud de voluntarios para engalanar a los aficionados que así lo quisieran antes de entrar al estadio. Además del colorido, la previa estuvo marcada por el más que merecido homenaje que recibió el Unicaja a pie de campo por la reciente Eurocup. Jugadores y cuerpo técnico ofrecieron el título a los casi 23.000 aficionados que se dieron cita en La Rosaleda y disfrutaron como niños pequeños sobre el césped mientras se coreaba el "¡Campeones, campeones, oe, oe, oe!".
Terminaron los prolegómenos y los equipos entraron en faena. Como en todo derbi entre Málaga y Sevilla, los cánticos y la rivalidad entre las aficiones estuvieron presentes, pero por fortuna fue el fútbol el protagonista este lunes en Martiricos. La parroquia blanquiazul aprovechó el minuto 19 para cantar al unísono el ya famoso Sandro, quédate!". El canario volvió a erigirse como el gran protagonista de la noche gracias a su gol y su partidazo, y la grada se lo reconoció en varias ocasiones recuperando otro cántico que va camino de convertirse en habitual: "Qué bonitos, qué bonitos, son los goles de Sandrito..."
El final del encuentro fue casi orgásmico para la afición, que disfrutó por todo lo alto de una gran victoria ante un rival especial. Ni el salto de un espontáneo interrumpió la fiesta que se vivió en La Rosaleda tras el 4-2, culminada con una ola espectacular y con el estadio cantando el himno para despedir a sus guerreros. 

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