El fútbol es la fiesta de los locos. De la locura. La que despierta cuando la épica se apodera de un estadio que poco antes estaba señalando con ira a sus propios jugadores. Es la locura con la que te abrazas al desconocido del asiento de al lado, porque solo él entiende lo mismo por lo que estás pasando tú. Es la sonrisa de un niño que estaba llorando desconsolado minutos antes. Es la vida y la muerte jugándose tu destino a los chinos. Es el impulso que te lleva del abismo al cielo sin saber bien cómo.
La locura es que alguien intente ponerle palabras a partidos como este Málaga-Athletic cuando había que vivirlo.
Para el Málaga empatar al Athletic con diez hombres es ganar. Y de este modo tan loco.
Los puntos no suben de tres en tres, pero derrotar a tantos fantasmas también es triunfar. Se pedía unidad desde dentro, pero las palabras no pueden conseguir lo que sí logran los goles que nacen de la oscuridad más absoluta. Es más que una resurrección este 3-3. Ahora necesita continuidad.
Míchel tiró de un once con Rolan y Bastón. Pero no con dos puntas. El uruguayo comenzó tirado al costado derecho. Y puso la que sobre el papel era la defensa titular: Rosales, Luis Hernández, Baysse y Ricca. Además, con Kuzmanovic, Recio y Adrián por delante. Mula completó la alineación. Pues en tres minutos el Athletic lo puso todo patas arriba.
Muniain se filtró por el centro, se coló en el área y encaró a Luis Hernández. El madrileño sigue con su via crucis particular. Penalti y tarjeta amarilla.
Aritz Aduriz ejecutó estilo Panenka ante un Roberto que rabió viendo entrar el esférico en su portería. Muy blanditos equipo en general y central en particular.
Pero la afición estaba tan en su papel de llevar al equipo en volandas, que no paraba de empujar y animar. Y el equipo quería devolver algo de ese cariño. En lugar de descontrolarse, el Málaga fue firme en la búsqueda del empate. Probó fortuna Adrián de fuera del área. También Mula. Pero la más clara la tuvo el '9'.
Borja Bastón cabeceó un balón que pedía gol, pero se topó con una estirada de Kepa sensacional.
También avisó el Athletic, un cabezazo a bocajarro de Vesga obligó a Roberto a meter una mano salvadora. Y qué importante fue que el meta sujetara el marcador para que llegase el empate.
Rolan, que estaba teniendo libertad de movimientos, emergió por la izquierda, condujo, encaró a su opositor, se la colocó y -desde el límite del área-
la colocó con rosca en la red, imposible para Kepa.
El Málaga siguió creciendo y le faltó primera parte. Rolan, vestido de jugón, se aprovechó de una defensa del Athletic que mostró su cara más liviana. En una acción personal en el área tras un error de Lekue, encontró a Adrián. Con todo a su favor, fue a asegurar y a Kepa le dio tiempo a reaccionar y rescatar una vez más a los suyos.
Y no se lo van a creer, se montó un nuevo circo en el arranque de la segunda mitad. El Málaga empezó como un rayo. Jugando bien, empujando al Athletic y creando ocasiones. Al fin se veía un poco de lo que se prometía en verano. Pero llegó un nuevo zasca.
Muniain arrebató un balón a Kuzmanovic, el malaguista pidió falta, pero Del Cerro Grande no la señaló y la acción terminó con el 1-2 de Williams asistido por el vasco.
Kuzmanovic andaba a mil revoluciones ya y en la siguiente falta que cometió el árbitro le mostró la amarilla.
El pivote enloqueció y de sus protestas llegó la expulsión. Colateralmente, Laporte y Recio también fueron amonestados. Se quedaba el Málaga con una pieza menos -y clave- en el tablero y un ambiente caldeado dentro y fuera del campo. Justo todo lo que no necesitaba.
El buen rollo sufrió una metamorfosis brutal. Nervios, pitos, señalados... Y aun así hubo un amago de rebelión contra el desastre, conducido por Rolan una vez más. Pero cada vez que el Málaga asomaba la cabeza, el Athletic se la pisaba. Aunque los jugadores blanquiazules pusieron de su parte para ello. Una falta a favor la sacó
Luis Hernández, entregándosela al rival y provocando el 1-3 obra de Williams de nuevo (mal Baysse también que rompía el fuera de juego).
No quería morir el Málaga sin dar guerra al Athletic. Por fin algo de acierto.
Juanpi botó una falta perfecta al corazón del área y Paul Baysse metió la puntita del pie para hacer el 2-3 y dar algo de emoción y épica al final del combate. Y de ese impulso al 3-3 pasando por una parada providencial de Roberto a Williams en un mano a mano.
Pero el héroe tenía que ser Rolan, que ya venía pidiendo ese papel en Madrid y Valencia. Un balón al área, un salto de Bastón, un robo de cartera a Lekue... Pillo como él solo, el charrúa empató el partido y llevó la locura a las gradas de Martiricos. Y anduvo cerca de lograr el cuarto, pero lo evitó Kepa.
El punto es poco si ves que te has dejado otros 17 en el camino. Sin embargo, a veces el cómo también cuenta. Y este punto puede ser además de lo que es por su naturaleza, punto de inflexión.