Había que ganar. Ganar y punto. Y el
Málaga lo hizo. Ahora vamos con el modo y con el contenido. Se había agarrado el equipo al argumento 'loser' de "jugamos bien, pero perdemos porque el mundo nos tiene manía". No, no jugó nada bien (desde el plano estético-romántico) el conjunto malacitano, pero importa bien poco.
Sólo los puntos nutren. Da igual que sea a base de penaltis o de remates con la chepa.
Perder habría generado una cascada de acontecimientos dramáticos. Pero ese escenario no se produjo. Dos goles que beben de la fuente de los once metros dan la victoria y provocan la ruptura de la barrera de la decena de puntos.
Sin embargo, el matiz clave es el cero. El cero, 'per se', es la nada. En fútbol, sin embargo, a veces es el todo. Una cifra, que no es cifra, porque esconde el vacío. El cero es culpable. No me marcan, no pierdo. Realidad indiscutible.
Durante más de 20 minutos nadie podía asegurar que
Rulli estuviera en el campo. Porque ni se le vio en imagen. Quizás los del campo eran los unicos testigos fiables. La
Real Sociedad entró mejor que el
Málaga, al que casi borró. Más por empuje que por otra cosa, se plantó en varias ocasiones delante de
Roberto. Se veía venir una desgracia. Lo que ocurre es que nadie esperaba que fuese en el área realista.
De repente,
el universo conspiró para favorecer al Málaga. Keko presionó a Íñigo Martínez hasta obligarle a desprenderse del balón de cualquier manera, pero por allí pasaba un Borja Bastón atento al fallo.
El delantero trató de driblar a Rulli y éste entorpeció la jugada. La zancadilla no derribó al nueve, que continuó la acción hasta rematar. Diego Llorente la sacó bajo palos. Ahí sonó el silbato del árbitro.
Nadie entendía bien qué ocurría, pero Del Cerro Grande lo tenía claro: penalti. La tardanza en señalarlo confundió a todos, pero no cabe duda de que la acción existió.
Recio permitió que Bastón, necesitado de goles y protagonista de la jugada, ejecutase. Gol. 0-1, algo insólito. El Málaga llevaba desde mayo sin ponerse por delante fuera de casa (precisamente en Anoeta).
El Málaga soltó algo su melena tras el tanto al mismo tiempo que a la Real -y al público de Anoeta- le entraron las prisas y los nervios.
Los de Míchel se pudieron ir, incluso, con 0-2. Peñaranda definió a las mil maravillas ante Rulli después de un contragolpe en el que ganó la posición y la posesión a su par. El colegiado, quizás todavía con el penalti en su cabeza, señaló falta en ataque.
Pero no le tembló el pulso para señalar un segundo penalti a favor del Málaga.
Recio recibió una falta -que le sacó la bota- que él mismo botó.
En-Nesyri (que había entrado por el lesionado Peñaranda) conectó con el esférico pero se topó con el brazo de
Willian José (que unos minutos antes estrelló un balón al poste).
Bastón volvió a pedirse el disparo, pero esta vez Rulli se la adivinó. Por fortuna para el Málaga,
Chory fue más rápido y listo que los demás. 0-2, algo insólito.
Y el resto del partido fue ver al Málaga boicotear el fútbol de la Real, jugar con su ansiedad, cederle el balón para dejarle morir antes de llegar a la orilla de Roberto, saber sufrir. Es como si hubiese aprendido a cambiar los roles, a convertir al rival en lo que venía siendo el mismo Málaga. Ahora bien,
el pie de la clasificación sigue en el cuello y los argumentos de Anoeta no son extrapolables a la exigencia de la mayoría de partidos que le quedan al equipo. Bueno, hay uno que sí, la fuerza del cero.
¡ Gracias Real ¡ Ya fue en tu estadio donde hace unas temporadas resurgimos de una situación similar a la de ahora por lo que espero y deseo que se repita en este 2017-2018. Y a los jugadores malaguistas decirles que la única forma de escapar a esta ruina es poniendo alma, corazón, coraje que suplan las deficiencias futbolísticas que poseeis.