La semana pasada, con ocho puntos y siendo el último clasificado de Primera División, pensar que el Málaga podía hacer un pleno de triunfos para cerrar 2017 sonaba a sueño. No era algo descabellado porque esto no deja de ser fútbol, pero siendo objetivos... No, no había dado síntomas el equipo para tanto optimismo. Pero estaba ahí la idea, en el ambiente, en las cuentas mentales de cada uno, en el corazón de los optimistas. Ahora, tras pasar por Anoeta, el panorama ha variado enormemente.
De los tres partidos que cerraban el año natural, posiblemente (siempre a priori) el más difícil era el de la Real Sociedad. Por potencial, por clasificación, por ser fuera de casa. Conquistada esa plaza, toca pensar en el paso número 2, que es recibir en La Rosaleda al Betis el próximo lunes. Después, si logra completarlo, ya tocará centrarse en la visita a Mendizorroza, donde espera un Alavés que parece haber resucitado.
El tres de tres supondría que el Málaga suma en tres jornadas más del doble de lo que había conseguido en 14. Una realidad con 17 puntos y aún dos jornadas por disputar de la primera vuelta la firmaría prácticamente cualquiera. Pero eso es algo que se gana en el campo aunque se imagine fuera de él.