El saldo que arroja el año natural para el Málaga es bastante negativo. El equipo blanquiazul comenzó el año siendo de Primera División y lo acaba en Segunda. La pesadilla de los seis primeros meses ha dado paso a la esperanza de lograr un ascenso que entierre todo el sufrimiento padecido por la afición durante la pasada temporada. En estos 12 meses de penitencia para el malaguismo ha habido tres entrenadores en el banquillo de La Rosaleda: Míchel, José González y Muñiz.
Míchel comenzó 2018 respaldado por el club a pesar de llegar a esas alturas de temporada con 11 puntos. El año empezó con derrotas ante Espanyol (0-1) y Getafe (1-0), dos tropiezos que le costaron el puesto a Míchel. Luego llegó a Martiricos José González, que se estrenó con dos empates ante Éibar (1-1) y Girona (0-0). Pero ahí quedó todo el amago de reacción blanquiazul.
El efecto de la revolución en la plantilla, en la que se produjeron ocho entradas y siete salidas amén del cambio en el banquillo, fue inexistente. De la mano de Husillos llegaron a La Rosaleda Ignasi Miquel, Iturra, Bueno, Samu García, Ideye, Success, Lestienne y Lacen reforzaron la plantilla. Sólo Miquel estuvo a la altura de las expectativas y acabó dejando un buen pellizco económico este verano en las arcas tras su traspaso al Getafe.
Tras los dos puntos sumados en los dos primeros partidos de José González llegaron siete derrotas consecutivas frente a Las Palmas, Atlético, Valencia, Athletic, Sevilla, Leganés y Barcelona. Por entonces el Málaga ya se sabía carne de Segunda y desde los despachos ni siquiera buscaron un revulsivo en forma de nuevo cambio de entrenador. El transcurrir hasta el final de Liga fue una especie de pesadilla. Una agonía interminable que acabó con el Málaga hundido en el pozo de la clasificación. El 19 de abril, después de perder ante el Levante (1-0), el equipo certificó su descenso matemático a LaLiga 1|2|3. Aún restaban cinco jornadas que se saldaron con una dolorosa victoria ante la Real Sociedad (2-0), en un partido en el que la afición descargó su ira contra el equipo, los directivos y el presidente.
El verano estuvo marcado por el desembarco de Muñiz en el proyecto y por una profunda reestructuración de la plantilla. Jugadores como Blanco Leschuk, N'Diaye o Dani Pacheco aterrizaron en la Costa del Sol con la responsabilidad de liderar un proyecto que partió con el objetivo irrenunciable del ascenso.
El Málaga logró parar la caída e inició la temporada en LaLiga 1|2|3 sumando cinco victorias consecutivas y generando un clima similar al que se vivió hace once años en la temporada del último ascenso. Luego llegaron los problemas del equipo a domicilio (sumó sólo dos empates en los seis encuentros como visitantes previos al duelo en Mallorca).
Actualmente, y después de los siete puntos cosechados ante Mallorca, Cádiz y Oviedo, el Málaga ha recuperado de nuevo el optimismo y la senda de las primeras jornadas y cerrará el año a dos puntos del liderato, ocupado por el Granada.