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La montaña rusa del Malagueño

El equipo, celebrando el ascenso en Yecla.
A. R.

Sería una tarea complicada poder definir el año 2018 del Atlético Malagueño, ya que estos doce meses han sido una auténtica montaña rusa de sensaciones, pasando de la incertidumbre a la alegría, del gozo al sufrimiento. Un año inestable tanto en lo deportivo como en lo emocional, con un ascenso histórico a Segunda B que, por momentos, se ha convertido en una pesadilla. 

El año 2018 arrancó de manera convulsa. Pese a ser líderes del Grupo IX de Tercera División, Antonio Tapia, director de La Academia por aquel entonces, tomó la decisión de destituir a Manel Ruano y su lugar en el banquillo lo ocupó Dely Valdés. El equipo se hizo a la idea de juego del panameño y acabó la fase regular en primera posición con diez puntos de ventaja sobre su inmediato perseguidor.

El filial acabó campeón de grupo y volvía a tener la opción de subir a Segunda B en una eliminatoria directa. Y esta vez lo aprovechó. Tras el 0-0 en la Federación, el gol de rabona de Abeledo en la vuelta ante el Yeclano (1-1) dio la llave para que el Malagueño subiese a la categoría de bronce. La lucha de tantos años para sacar al segundo equipo del pozo de la Tercera al fin daba sus frutos.

El descenso del Málaga, una losa para el filial

Pero no todo fueron alegrías, ya que junto con este ascenso llegó el descenso del primer equipo a LaLiga 1|2|3, con las consecuencias que ello conllevan para un filial, tanto monetarias como de plantilla. La planificación fue tardía y el equipo perdió futbolistas muy importantes en verano, además del hecho de que varios jugadores que habían destacado en la anterior temporada, como son los casos de Iván Rodríguez, Harper o Hicham, se ganaron la confianza de Muñiz en el primer equipo. 

Todo eso lo ha acabado pagando el Malagueño, cuyo regreso al Grupo IV de la Segunda B no ha sido el soñado. Perdió los ocho primeros encuentros, lo que propició la salida de Dely Valdés. Para sustituir al panameño aterrizó en el banquillo malaguista Manolo Sanlúcar. Con él al mando, el Malagueño suma nueve puntos en 10 jornadas y las sensaciones son mejores, pero queda mucho que remar, quizás demasiado. El filial sigue siendo el farolillo rojo y aún ve la salvación a 11 puntos de distancia. Mientras hay vida, hay esperanza. Pero el Malagueño necesita sumar de tres en tres a partir de enero para intentar lograr lo que ya parece un milagro, la permanencia.

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