El primer equipo del Málaga es el padre de familia del club. De su bolsillo salen los gastos y los recesos. Sus méritos generan bonazas económicas de las que se nutren el resto de conjuntos de la entidad. El año está siendo duro en Martiricos, con los descensos del Atlético Malagueño y del Málaga Femenino, junto con una temporada agria del juvenil, tercer equipo masculino en importancia, que no se clasificó ni para la Copa del Rey ni para la Copa de Campeones. En esta tesitura el cuadro de Víctor Sánchez del Amo tiene en su mano enmendar un mal año y hacerlo buenísimo con el ascenso, o quedarse en Segunda y que el gris pase a ser negro.
El descenso del Málaga a Segunda División la pasada temporada condicionó en muchos aspectos y contrastó con los ascensos del filial y del femenino. El presupuesto, lógicamente, menguó, y todo se vio afectado. Además, durante muchas semanas el club vio pasar el tiempo sin arquitectos del primer equipo ni de La Academia. Luego, en un trabajo que fue de gladiadores, se tuvo que construir todo a la ligera, con errores, por supuesto, pero también con muchas limitaciones arrastradas por el citado descenso. El primer equipo, por ejemplo, tiró de varios canteranos y se produjo un ‘efecto dominó’. Así, el Malagueño y el juvenil empezaron torcidos. El Femenino, por su parte, siempre tuvo más autonomía y cierta libertad para gastar al antojo de sus responsables.
La situación en pleno inicio de mayo es que se computan dos descensos y un fracaso del siempre exitoso y modélico juvenil. Es una incógnita a día de hoy qué pasará con las plantillas y con los cuerpos técnicos de esos equipos. Es tiempo de reflexionar, de crítica constructiva, de ver los errores propios de cada uno y, sobre todo, de esperar a que el primer equipo pueda enmendar la plana. De los hombres de Víctor depende en gran medida el resto de proyectos de la entidad. Así es y así debe ser. Y a día de hoy, a pesar de una segunda vuelta dubitativa, las opciones para subir siguen estando ahí. A eso hay que agarrarse.