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25 años después: la historia que había detrás del 14-0 al Garrucha

Basti remata en el célebre Málaga-Garrucha. Junto a él, Ríos y Añón.

A Francisco Jesús García Morales todo el mundo en Garrucha lo conoce como el 'Minini'. El apodo le viene franqueado de familia: los Mininis. Sus padres regentaban una carnicería en aquel pueblo costero de Almería donde el pescador es tan venerado que tiene hasta un monumento. Y donde las gambas no pueden faltar en cualquier mantel lleno de sal. Minini fue futbolista. De los buenos de carrera corta. Le llamaban el escuálido, no ganaba para apodos. Tampoco para mucho más. Hoy es maestro y disfruta de su segunda paternidad en tiempos de coronavirus. Aquel 7 de mayo de 1995 lució el '10' del Peña Deportiva Garrucha. Tenía 16 años y era un chaval de instituto.

A Antonio Vicente le conocen en el pueblo como 'Peruco'. Garrucha es un rinconcito pegado al Cabo de Gata, de 9.000 habitantes y mucho turismo cuando toca. Pero, tras la pesca, el fútbol es el combustible de la zona. Peruco lo sabe bien. Lleva vinculado al balón desde los 13 años y su partida de nacimiento ya junta seis décadas. Ahora es el conserje del campo de fútbol y disfruta viendo a los niños del pueblo correr sobre un césped artificial de última generación. En las podas se quedaron esos eucaliptos en los que se enganchaban las pelotas aéreas durante los partidos y el caucho bota mejor que el albero. Antonio Peruco fue el portero titular del Garrucha en el 14-0 que campea en el libro de gestas blanquiazules como la mayor goleada oficial jamás contada.

Domingo Soler es 'Pichino'. En el lugar no necesitaría presentación porque es una institución casi al nivel de Emilio Moldenhauer, un garruchero de apellido alemán que entre otras cosas fue alcalde del pueblo y refundó el Peña Deportiva Garrucha. El nombre del campo es para él. Suena exótico, ciertamente. Pues Domingo Soler, Pichino, era hasta hace dos ratos presidente del club decano de Almería, que ahora habita en la Segunda Andaluza. Pichino es además amarrador de barcos mercantes y embarcaciones deportivas en el puerto de Garrucha. Era el entrenador de aquel equipo en 1995 y su hijo el dorsal ‘6’ rival en La Rosaleda, la sombra de Basti. Sufrió la goleada, volvió a Garrucha y se fue de empalme a pescar al arrastre las gambas. Así se ganaba el pan.

Minini, Peruco y Pichino son tres de las caras que se esconden detrás de aquel convidado de piedra del Málaga hace hoy 25 años en La Rosaleda

Minini, Peruco y Pichino son tres de las caras que se esconden detrás de aquel convidado de piedra del Málaga hace hoy 25 años en La Rosaleda. 14 goles les cayeron, más de dos por cuarto de hora. Un martirio con terral para un equipo que se presentó sólo con tres suplentes y que era en realidad una cuadrilla de juveniles y cadetes que sacaron la pierna por su club y por su pueblo. “Si nos retirábamos y el Garrucha desaparecía nos quedábamos sin campo, porque era de una empresa que lo donó”, recuerda el portero Antonio. El club (casi) murió de éxito.

Un año antes, también en Tercera, el Peña Deportiva soñó en grande. Se metió dinero, se ficharon a los mejores jugadores de la comarca y por primera vez los futbolistas cobraron. Acabaron novenos. Pero el globo se pinchó. Primero faltaron las pesetas, luego los jugadores. El equipo no se sostenía, hubo estampida y sólo aguantaron un puñado de héroes de la zona y un manojo de juveniles y cadetes sin nivel que salían a goleada por partido. En Plus Ultra, en Vélez, en Antequera… Cada viaje era un saco de goles en contra, un suplicio. Tanto que había veces en las que los jugadores se hacían los lesionados para que se suspendiera el partido y no le marcaran más. Muchas carreras quedaron machacadas. Pero el club sobrevivió. A costa de cicatrices en el corazón de obreros de la pelota como Minini, Peruco o Pichino.

Once del Garrucha plagado de niños en un partido de aquella temporada, ante el Plus Ultra.

El Málaga y su afición estuvieron a la altura del escudo

“Es la única vez que hemos perdido y acabé contento”. La frase es de Domingo Soler 'Pichino'. No está mal para ser un entrenador. “Se portaron muy bien con nosotros aunque nos metieran 14. No iban en plan figura”, rememora con precisión relojera el veterano técnico, con raíces en Málaga: “Mis tíos eran de Calle Larios y mi abuela vivió en Carranque”. “No se regodearon, querían marcar porque lo necesitaban para el 'goal average', pero no intentaron humillarnos. Nos podían haber metido muchos más. Éramos muy jóvenes y no teníamos nivel ni capacidad física para jugar en Tercera”, recuerda Minini, al que se le amontonan los flashes y que destaca que algunos componentes del Málaga entraron al vestuario tras el partido para animarlos y darles regalos: “Estábamos hechos una mierda”. Eran lágrimas de humildad y resignación. Y de responsabilidad.

“Los jugadores del Málaga no se regodearon, querían marcar tantos porque lo necesitaban para el 'goal average', pero no intentaron humillarnos. Nos podían haber metido muchos más. Éramos muy jóvenes y no teníamos nivel ni capacidad física para jugar en Tercera”

Antonio, de los pocos veteranos del Garrucha aquel 7 de mayo, se emociona al hablar de aquello. Fue el portero titular y le metieron cinco goles antes de lesionarse en la rodilla. Al poco de iniciarse el segundo tiempo tuvo que ser cambiado por Pineda, meta suplente y también con experiencia en Tercera. La afición de la vieja Rosaleda se dio cuenta de la situación y se levantó para brindarle a Peruco una despedida monumental camino al banco de cemento. “Todavía se me ponen los pelos de punta. El Frente Bokerón me ovacionó: ‘¡Portero, portero!’. Fue emocionante para mí, inolvidable”, rememora entrecortado al otro lado del teléfono. Se nota que lo ha pensado mucho, también porque su mujer y sus niños fueron a verle a La Rosaleda. Vivieron la ovación en directo. A Pineda, quien le suplió, le fueron peor las cosas: “Al pobre le marcaron 9 goles con todos los defensas ya cansados”. 9 goles en 21 minutos. El partido se les hizo eterno.

“Recuerdo a Antonio, el portero del Garrucha, que se tuvo que cambiar. El Frente Bokerón lo aplaudió mucho, se llevó una ovación muy grande. Me gustó. Y al final del partido toda La Rosaleda estuvo con el Garrucha”, rescata Basti, que marcó tres goles aquella tarde. Carmona hizo cuatro, Toño y Kiko Aranda dos, Añón uno, y otros dos cayeron en propia puerta. Era un Málaga en el sótano, que acabó ascendiendo a Segunda B ese año y que estaba en el lado opuesto del Unicaja, que recibió un pasillo e hizo el saque de honor de aquel encuentro por haberse clasificado por primera vez en su historia para jugar la final de la ACB, la del triple de Ansley. “Fue una cifra histórica, pero también estábamos dolidos por los jugadores y el entrenador, que lo estaban pasando mal. Sólo viví algo así en mi carrera aquella vez”, incide Basti. En la grada, además, se generó mucha expectación por ver qué ocurría con el electrónico de La Rosaleda, de un solo dígito, cuando se pasaba del 9. La consecuencia fue lógica: se volvió al 0.

PIña tras un gol del Málaga aquel año (Foto cedida por Mariano Pozo).

El partido de ida y la imbatibilidad de Burgos

Minini, Antonio y Pichino hablan con orgullo del 14-0 de Málaga. Es paradójico, pero basta con tener un poco de empatía y conocer la historia para entenderlos. Sin embargo, lo hacen aún más entusiasmados al referirse al partido de ida, en el que el Málaga sufrió para ganar (1-2). Todavía no se había producido la espantada de jugadores y, ante aficionados blanquiazules que se desplazaron, el Garrucha estuvo a punto de sorprender a los de Antonio Benítez. De hecho, Burgos, portero en la ida pero no en la vuelta (jugó Dani por lesión), vio rota una histórica racha de imbatibilidad en el Emilio Moldenhauer. Juan Ares, de penalti, fue el causante. Supo a mucho más que a derrota en Garrucha.

Este jueves se cumplen 25 años de aquel partido indudablemente histórico para todos. En Málaga, una epopeya. 14 goles uno detrás de otro. En Garrucha, una astilla clavada, pero un ejercicio de dignidad deportiva para evitar que el equipo del pueblo se hundiera. Un mal necesario. “Me duele, porque tuvimos que pasarlas putas y no queríamos que el club desapareciera, la Peña es una institución y hay mucha tradición de fútbol”, finaliza Minini, al que le añade Antonio: “Lo cuento y lo hago con orgullo porque salvamos al club”. Un cuarto de siglo después solo cabe añadir: chapeau. Por unos y por otros. Porque al final de la partida, como dice el proverbio italiano, el rey y el peón vuelven a la misma caja.

Minini, Antonio y Pichino (derecha), en la actualidad.

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  1. Plácido diaz

    Mantener el cesped del jardín en estupendas condiciones da muchisimo trabajo. Inverti en cesped artificial y ha sido de las mejores elecciones de mi vida. Gracias a esta <a href="https://cespedartificialterraza.com/" rel="nofollow ugc">pagina</a> me decidi a hacerlo y no me arrepiento

  2. Vine de Garrucha

    De Garrucha vengo a Garrucha voy, menos mal que ya no está jartani y VSD, si no otra vez a Garrucha

  3. Manuel

    Enhorabuena a los equipos y aficiones, entonces había una cosa que,por desgracia, se ha perdido y es deportividad. El futbol era una fiesta.

  4. MANUEL M

    Maravilla de artículo. Emocionante. Creo que para los protagonistas, es el mejor homenaje. Enhorabuena.

  5. MALAGUISTA C X C

    ¿Recuerdan aquel marcador electrónico que hubo en la Rosaleda durante mucho tiempo? Tenia botones desde el 0 al 9. Desde niño siempre me pregunté que pasaría si alguna vez el Málaga marcaba más de 9 goles. ¿Empezarían otra vez de 0? ¿Cómo lo solucionaría? Montones de temporadas y años esperé a que se diera esa circunstancia. Vi varios 6-0, entre ellos aquel 6-2 al Real Madrid. Un 8-0 al Depor en segunda, con 4 goles de Perivaldo, el brasileño que bailaba samba cada vez que hacía un gol, había ensayado bailes nuestros, aque día bailó samba, malagueñas, verdiales y pasodoble, si hubiera marcado otro, ya no le quedaban más bailes en el repertorio. La temporada del Garrucha, vi un 9-1 al equipo de mi pueblo, el Atlético Estación. Huuuuyyy, me cachis, a un gol nos quedemos. Poco después nos visitó el Garrucha, pero aquel día estaba invitado a una boda que no podía evitar de ninguna forma de un amigo. Toda la vida esperando ver que pasaba en aquel vetusto marcador electrónico si se marcaban más de 9 goles y me pierdo el partido en el que el Málaga marcó 14. Poco después, aquel marcador desapareció, me quedé con las ganas, en el único partido que me perdí en muchas temporadas.