El Málaga sobrevive al fútbol moderno

Lo del VAR es, hablando finamente, para orinar y no echar gota. Hace unos días nos quisieron comer la cabeza desde el Comité Técnico de Árbitros (Velasco Carballo, concretamente) diciéndonos que esta temporada el índice de acierto del VAR era del 98,48%. Puede ser, pero de ser así el otro 1,52% tiene que salir casi en su totalidad de los petardazos que están dando los árbitros cuando juega el Málaga CF. Lo de este domingo ante el Logroñés fue el colmo de los colmos, una decisión de alguien, Moreno Aragón, que igual ha jugado poco al fútbol. Pitó falta del Logroñés (de oídas, porque visto lo visto no debió verlo), pero Ávalos Barrera -que tampoco ha debido tocar muchos balones- le llamó a ver una jugada que tiene difícil explicación. Aunque la encontrarán, por enrevesada que sea, no se preocupen. Corrió Yanis, chocó con Iñaki y Moreno Aragón entendió que agredió con su brazo izquierdo al jugador del Logroñés. Agresión, con todo lo que implica el significado de la palabra. Un choque por pura inercia en la arrancada de un desmarque. La mentira del fútbol moderno que volvió a ponerse de manifiesto en el empate (0-0) en La Rosaleda.

Porque no es la primera, pero sí la más flagrante. Esto no es un fuera de juego posicional, una visión subjetiva de una acción dudosa. La roja a Yanis fue un error se mire por el prisma que se mire. Y, claro, si nos repiten una y otra vez que la sala VOR no puede reconducir una acción si no entiende que el árbitro ha cometido un error manifiesto, es que en esta ocasión Ávalos Barrera tuvo claro desde su silla de Las Rozas que era una agresión evidente. El fútbol dirigido a centenares de kilómetros, domesticado por cámaras que ralentizan todo y que omiten la verdad del fútbol. Es que Iñaki ni protestó, un síntoma inequívoco.

Hasta ese momento el partido estaba soso, arrancó mejor el Logroñés aunque el Málaga puso las primeras ocasiones. Primero, Cristian con un remate de volea desde la frontal del área; segundo, Escassi con un cabezazo desviado a la salida del córner. Después llegó el follón con la roja a Yanis y el riesgo que corrió Pellicer, que dejó a siete profesionales sobre el césped con la posibilidad de la alineación indebida sobrevolando en La Rosaleda. La respuesta del Málaga, seriedad y buenos argumentos defensivos. Fe contra los elementos. Andy, eso sí, tuvo la más clara al borde del descanso con un remate que se estrelló contra el palo.

Un Málaga enrabietado fue mejor en la segunda parte ante un equipo que casi ni se acercó a Dani Barrio. Controló el ritmo, se desfondó y merodeó con varios centros laterales de Joaquín e Ismael Casas la posibilidad para un gol que posiblemente mereció simplemente por agallas. Movió el banquillo el Logroñés, no lo hizo Pellicer hasta el minuto 84 (entró Jairo) después del susto del tanto anulado de Ander Vitoria. El partido estaba para entonces en ese 'no me chilles que no te veo' en el que los dos equipos parecieron sentirse relativamente cómodos. Sumar, visto lo visto, fue una bendición para el Málaga. Jugar con ese ímpetu y con el riesgo asumido de una posible alineación indebida es un gran despedida anímica, que no de puntos, al 2020. Cesta navideña para el Málaga, carbón para el VAR.