El malaguista Dani Barrio tendrá sensaciones encontradas cuando este domingo vuelva a visitar El Molinón, estadio de la ciudad que le vio nacer y cuyas porterías soñó defender durante buena parte de su infancia y adolescencia. Llegó a Mareo, centro de operaciones de la cantera del Sporting, y fue creciendo en sus escalafones inferiores hasta que pisó el filial. En él, estando ya a las puertas del primer equipo, primero sufrió una enfermedad y después una lesión importante que le privaron de subir el último escalón. Las cosas se torcieron para él, decidió salir del club y, en un caso extraño por la rivalidad existente, terminó firmando años después por el Real Oviedo.
Nadie le regaló nada al arquero blanquiazul, que tras salir del Sporting vivió el fútbol de barro y jugó en el Ribadesella, primero, y después en un Marino de Luanco con el que logró ascender a Segunda División B. "Salí de Mareo y el fútbol no se acabó. Todo en la vida pasa por algo. Me fui a Ribadesella. Conocí de cerca la Tercera, el otro fútbol, a gente que jugaba y entrenaba por pasión y que no vivía de esto. Y de todo eso, de esas experiencias, se aprende", dijo en una entrevista en El Comercio, cuyo ascenso con el Marino le valió para recibir una llamada del Real Oviedo con el que se quedó a las puertas de subir.
Dos años estuvo en el cuadro ovetense, de 2011 a 2013. Tras una primera temporada en la que sólo disputó 11 partidos -perdió su puesto en el once tras una expulsión, casualmente, frente al Sporting B- tomó las riendas de la titularidad en la 2012-13, campaña que fue clave para el renacer del club por una ampliación de capital y también por la llegada del empresario mexicano Carlos Slim. El reto, ascender a Segunda, casi se logró. Dani Barrio pasó del once al banquillo en la recta final, en la cual el Oviedo cayó eliminado en la segunda fase del play off a manos del Eibar de Gaizka Garitano. Aquella decepción fue el último recuerdo de Dani Barrio en el Oviedo, rival acérrimo de un Sporting al que visita este domingo.