Cuatro meses después, que se dice pronto, La Rosaleda vivió una victoria del Málaga. De un gran Málaga. Partido pleno de armonía, individual y colectiva, de colmillo y de mucho rock and roll. Los Muñoz, Joaquín y Luis, cocinaron el triunfo en una primera parte impecable del conjunto de Pellicer, que sólo tragó saliva en un remate al poste de Álvaro García. El resto, lo mejor, fue blanquiazul. Con especial hincapié en las versiones renovadas de varios jugadores, como Jozabed o un Luis Muñoz que se destapa como llegador. Ya tocaba un partido mayúsculo como el de este domingo. Si ganar curte y nutre, acabar con el gafe de La Rosaleda ya es la leche.
Pellice repitió el plan de Gijón, con un 4-1-4-1 que ha elevado prestaciones. Clave la posición de Escassi, pivote único y liberador. A partir de ahí, metros y soltura. Habrá que ver qué ocurre cuando Ramón esté a punto, pero de momento el nuevo plan aporta soluciones. Tres minutos tardó en adelantarse el Málaga, lo hizo gracias a un despejito de Luca Zidane que enganchó en la frontal Joaquín. Rebotó en un defensor y despistó al arquero del Rayo, al fin algo de suerte, qué narices. El tanto soltó mucho peso de la mochila, no estaba acostumbrado al Málaga a verse arriba tan pronto en casa. Con, repetimos, esa pizca de fortuna que volvió a estar del lado del equipo con el derechazo al palo de Álvaro García rebasados los primeros diez minutos de juego.
La única del Rayo, por otro lado. Porque el Málaga devoró el balón, con toques rápidos, mucha movilidad e incluso una mejoría física que ejemplificó Luis Muñoz con una arrancada potente desde la medular que acabó en un disparo de zurda dentro del área que Luca mandó como pudo a córner. Eran grandes minutos del Málaga, que se apoyó en la vía Chavarría cuando el Rayo discutía la pelota. Se comió a los centrales el argentino, delantero para todo. Como para todo está Luis Muñoz, que ahora encima marca golazos. En el 25', centro llovido desde la derecha y volea del capitán, tocando césped y haciendo imposible la estirada de Lucas. Un gol cinco estrellas con el que anestesiar la reacción de un Rayo en el que nada funcionó en ataque, ni Antoñín. En buena parte, por el ejercicio defensivo perfecto del Málaga. Camino del descanso, ojos frotados y 2-0 en el marcador.
La salida de vestuarios no fue la mejor del Málaga. Iraola movió ficha con dos cambios -retiró a Antoñín- y los primeros achuchones fueron de los franjirrojos. Sobre todo en el costado de Álvaro García, siempre presto para el desborde. No obstante, Jozabed recordó al Rayo que la mecha estaba encendida con un disparo desde la frontal y Chavarría, ya con Benkhemassa y Caye en el campo, pudo sentenciar a 20 del final en una contra en la que definió de forma errática delante de Luca. Repitió en una posición menos cómoda Chavarría, lanzándose al verde y rematando fuera del arco rayista.
Esta vez el Málaga supo jugar con sus nervios, con los del Rayo y también con los ritmos en la recta final. El cuadro madrileño se desesperó por la firmeza defensiva del Málaga, que supo cerrar filas y apenas dejó remates de larga distancia al Rayo como solución para meterse en el partido. Bien en la gestión el Málaga, tan necesario es tomar la ventaja como defenderla. Y en ambas facetas el equipo respondió como hacía semanas que no lo hacía. Hasta pudo hacer el tercero nuevamente con un remate de Caye que sacó bajo palos Advíncula. Volvió la victoria en casa y con goles de dos malagueños. Mejor, ciertamente, imposible.
Joaquín Muñoz, Luis Muñoz... y no te olvides de Jose María Muñoz.