Rubén Castro pudo ser el héroe, pero los ídolos fallan hasta en los momentos donde se congela el tiempo y huele a felicidad. El canario no supo aprovechar un penalti a diez minutos del final. La parada de Andrés Fernández dejó fría y sin voz a la afición, que hizo récord de asistencia, que lo gozó en la previa con un recibimiento de los que erizan vellos y que despidió al equipo con un silencio atronador, como de estado de shock. El 0-0 contra el Huesca deja al equipo a seis puntos de la salvación.
"Nuestra locura os hace imparables", decía una gran pancarta en La Rosaleda. El Huesca, sin hacer casi nada en ataque, sí consiguió pararles. Desquició como nunca al Málaga, mostrándose infranqueable y correoso. Jugó a empatar y ganó en su apuesta. Así, obliga a los blanquiazules prácticamente a ganar cuatro de cuatro y esperar tropiezos ajenos.
Cuando hay tanto el juego en la zona baja, el espectáculo suele suprimirse de los guiones de partido de LaLiga Smartbank. El Málaga-Huesca fue el típico de balones divididos, de meter el pie, de tocar en horizontal, de mucha morralla y pocas ocasiones. Un duelo más físico que cualitativo. El Málaga salió con su dibujo habitual, un 5-3-2 que con Jozabed circulaba con más pausa de la requerida. Al sevillano le suelen sobrar dos toques y un segundo de toma de decisiones y ejecución.
El Málaga tuvo posesión e intenciones, pero en las áreas no pasaba absolutamente nada. Fran Villalba y Aleix Febas por dentro y Cristian por fuera eran las vías de escape de la telaraña defensiva del Huesca. No encontraba la precisión ni Rubén Castro ni Chavarría, sobre todo el argentino, que estuvo más incómodo de lo normal.
Hubo reacción en el último tramo de la primera parte. Fue más bien espejismo: mucho balón, poco desorden y cero peligro. Partido enquistado, con un rival esperando al fallo y un local con ansias de marcar para agradar a las 27.202 almas. El Huesca se ordenó hasta más no poder, y los locales solo supieron lanzar centros a ciegas y confiar en algún chispazo de Febas o Villalba.
El contexto pedía cambios y Jozabed dejó su puesto a Luis Muñoz tras el descanso. Era en la segunda parte donde debía suceder todo lo que antes no ocurrió, incluido el susto de la primera gran ocasión del partido, fruto de un despiste de Delmás que casi cuesta caro al Málaga. El disparo de Andrei, solo ante Rubén Yáñez, lo repelió el meta catalán, que la sacó con el pie.
Pellicer se despojó de conservadurismos, quitó la defensa de tres centrales y metió casi de golpe a Lago Junior y Álex Calvo. El chaval puso lo que necesitaba el partido, chispa y orgullo, y con un disparo desde fuera y una recuperación de balón puso al público en ebullición. Lo que vino después fue la crueldad más absoluta.
Penalti para el Málaga gracias al VAR, que rectificó el pasotismo de López Toca. La gente lo celebró antes de tiempo, porque Rubén Castro falló el penalti que no debió fallar jamás. Andrés Fernández adivinó su disparo, fuerte y a media altura, para amargar la tarde al canario. Esta temporada ha errado los dos que ha lanzado. Era el minuto 80 de partido, cuando las piernas tiemblan y los nervios queman. La leyenda del fútbol español también fue humano. No era el momento de serlo.
Pellicer movió banquillo para buscar la épica en los seis minutos de descuento. Fran Sol y Arvin Appiah fueron los elegidos. Pero la ansiedad de gol pesó demasiado. Pases inconexos y centros a la nada. Desesperación, fatiga y decepción porque en casa no se podía fallar y, ahora sí, el equipo está obligado a hacer pleno de victorias. Ya sí que no hay margen de error.
Tenemos que ser optimistas. El Leganés y el Villarreal B, nos llevan seis puntos y el gol average a nuestro favor. Ambos tienen unos enfrentamientos más duros que nosotros y por tanto esos seis puntos se pueden igualar.