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Lágrimas y resignación, pero orgullo propio: es la afición del Málaga

Alberto Fuentes

Siete autobuses, coches particulares, avión o patinete eléctrico si hiciera falta. La afición del Málaga no falló y una vez más fue el equipo el que no estuvo a la altura de las circunstancias. Los presentes no esperaban una derrota contra la Ponferradina, un equipo descendido que con dos puñaladas de Yuri logró empujar al abismo al Málaga. Villarreal 'B' este domingo y Leganés el sábado lograron cumplir con la peor de las quinielas. Y los de Pellicer temblaron hasta caer.

Pero la mayor decepción fue para los locos inconformistas que invirtieron casi 28 horas de viaje en autobús y alrededor 2.000 kilómetros entre ida y vuelta. Unos 700 aficionados se congregaron en el fondo sur del estadio de El Toralín y pasaron de la ilusión al gesto de impotencia. A las lágrimas de un descenso asumido. La imagen que se vivió en el minuto 89, con el 2-0, es significativa: toda la afición en pie, cantando el himno, con la mirada perdida, pero el amor intacto.

Cientos de conquistando Ponferrada en un duro día para todos ellos (Foto: LaLiga).

Cuando resuena el silencio del fracaso, porque así lo define desde Kike Pérez hasta el último de los mortales, para interrumpirlo se necesita orgullo propio y resignación. Eso es el malaguismo ahora. Orgullo propio y resignación. Se desahogaron contra sus futbolistas a gritos de "mercenarios" y abandonaron el campo asimilando un viaje de vuelta duro. Física y mentalmente.

Las redes se inundan ahora de palabras que expresan lo inexplicable, un descenso que empezó a gestarse desde el momento en que se pronunció la palabra "ascenso". Y ahora, ante esta situación de muerte anunciada, quedan dos partidos en La Rosaleda. Mirandés e Ibiza. Dos despedidas al fútbol de plata. 

El tiempo lo pondrá todo en su lugar. Serán semanas de deambular y ejercer el verbo manido que todos pronunciarán en rueda de prensa: competir, luchar hasta el final. Ya está todo dicho y hecho. Responsables son muchos, desde Al-Thani y su inacción, la gestión fallida de Manolo Gaspar y su apuesta por la idea equívoca de fútbol que tuvo Pablo Guede hasta los jugadores, casi todos y cada uno de ellos, por dejar el listón tan bajo.

La afición es la única que aprueba, sobra decirlo, y además lo hace con matrícula de honor. Desgraciadamente, no se logran permanencias desde la grada. Si no, este club andaría en Primera. No en Primera RFEF.

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