El fútbol, como la vida misma, da muchas vueltas. En el mar de exigencias de La Rosaleda, hoy estás en lo más alto y mañana enterrado. Salvando distancias, por esa bifurcación entre expectativa y realidad han pasado Kevin y Antoñín, dos amigos que dio el fútbol de barrio malacitano, que debutaron con la blanquiazul y que se reencuentran allá donde van.
Sea en Portugal o en España. Ambos están durante estos días de junio entrenándose en un centro privado de la capital malagueña (Footfay), como se aprecia en la fotografía que encabeza este artículo. Allí también son asiduos Loren Zúñiga, Haitam Abaida, Bilal o el excapitán del Atlético Malagueño, Mati.
Kevin y Antoñín regresan de un Erasmus en el fútbol portugués de primer nivel, Gil Vicente y Vitoria Guimaraes, aunque Antoñín duró media temporada porque el club luso cortó su cesión al negarse a jugar con el filial. De allí fue al Anorthosis chipriota, donde ha marcado cinco goles en 21 partidos, situación muy distinta a los escasos cinco partidos que jugó en Portugal. Los dos coinciden ahora en Málaga, pero para un objetivo distinto.
Porque Kevin tiene la oportunidad de convencer al malaguismo, a Pellicer y al club de que puede ser importante en el Málaga de Primera RFEF. Pero la situación del exmalaguista Antoñín tiene muchas más aristas: todavía tiene contrato con el Granada hasta 2024, y no parece que vaya a tener hueco de partida en el equipo nazarí, recién ascendido a Primera.
Kevin (22 años) es un año menor que Antoñín (23) y coincidieron en el 26 de Febrero, mítico equipo de fútbol base de Málaga. Uno del Llano de la Trinidad, el otro, de La Palmilla, dos zonas a menos de media hora de distancia andando. Compartieron muchas tardes de pachangas y cenas y llegaron al fútbol profesional, con un año y medio de diferencia, para acabar compartiendo equipo en aquel Málaga de la temporada 2021/22, la de la salvación por los pelos.
Antoñín salió del Málaga en febrero de 2020 en una operación que dejó un millón y medio absolutamente necesarios para las arcas de la entidad, que en ese momento estaba en serio peligro de desaparecer. En el Granada no funcionó como sí lo hizo en el Rayo Vallecano, de ahí que volviera al Málaga cedido. No dio el nivel esperado.
Kevin emergió de la cantera, José Alberto López confió en sus cualidades como extremo descarado y desbordante, pero su comienzo fue un efecto champán que se fue apagando. Manolo Gaspar lo cedió con una opción de compra obligatoria en caso de llegar a un número de partido que el Gil Vicente no ha querido que cumpla. Kevin sí vestirá la camiseta del Málaga una vez más, al menos esta temporada, donde tiene mucho que demostrar.
Historias paralelas de dos amigos que debutaron en el club de su tierra tras forjarse en el balompié de barrio, donde también crearon lazos con Luis Muñoz. Los dos acabaron migrando a tierras lusas. Pero en cuanto pueden, regresan siempre a casa. Esta vez, Kevin para quedarse. Y Antoñín para marcharse sin rumbo... de momento.