Desde noviembre de 2016 no se vivía en La Rosaleda la feliz explosión de un gol ganador en el descuento. Ontiveros en aquel 4-3 ante el Dépor fue el último héroe sobre la bocina. Atrás quedan goles como la famosa chilena de Baptista ante el Getafe. Otra liga, literalmente. Ahora, en el debut en casa en Primera, pero con el apellido Federación, fue Einar Galilea el que le dio los tres puntos a su equipo en un partido de insistencia hasta el final. Que no quepa ninguna duda: estos goles saben igual de bien en el barro que en el cielo de primera división.
Al malaguismo presente en La Rosaleda le supo a gloria un triunfo así. Hubo 18.885 espectadores que rugieron antes, durante y sobre todo después del partido. Las imágenes de reconciliación y unión jugadores-hinchas fueron un momento muy icónico. Es una victoria, la primera. Nada más y tan solo eso. No es poco ni tampoco un título. ¿Cómo ir más allá de los tres puntos logrados ante el Atlético B?
No es tanto el qué, sino el cómo y con quiénes. La fórmula ganadora pasa por jugar como se hizo en los primeros 20 minutos de partido. Y pasa por tener una fe ciega en una filosofía de doble vertiente que bautizamos como Lorenzos y Galileas.
Contexto. Permita el lector este paréntesis de cultureo o frikismo futbolero. Hace varios lustros se acuñó la expresión "Zidanes y Pavones", que hacía referencia a la apuesta de Florentino Pérez, en su primera etapa como presidente del Real Madrid, a destinar una lluvia de millones a fichar a galácticos (Zidane, Ronaldo, Figo, Beckham, Owen...) y completar la plantilla con jugadores de la cantera, como el central Paco Pavón, que da nombre a parte de la expresión.
Un término que llegó a usarse de forma errónea con un significado despectivo. "Zidanes" era decir jugones y "Pavones", todo lo contrario. Es un pensamiento equivocado. Más correcto pensar en talentosos y cumplidores. Diferenciales y sólidos. Cartera y cantera. En el Málaga, salvando las distancias, empieza a germinar el término Lorenzos y Galileas con un giro en su traducción. El equipo malagueño ganó al Atleti B, entre otras muchas cosas, por el talento desacomplejado de Dani Lorenzo y por la veteranía pícara (y afortunada en el gol, dicho sea de paso) de Einar Galilea, uno de la casa y otro haciéndose aún a ella.
Mezclar esos dos ingredientes será fundamental. Porque todo equipo joven necesita de unos líderes con partidos, vivencias y caídas en su historial. Porque todo equipo veterano necesita la gasolina de la juventud y el hambre de los imberbes. El Málaga, que tiene esta temporada una media de edad de 24 años, es más bien un chavea que se va de festivales, se deja perilla y bigote y viste de Asos, con camiseta oversize y zapatillas Nike de reventa. Pero, de vez en cuando, se pone camisa y chinos planchados y va formalito a la guerra. Lorenzos y Galileas*. En el equilibrio está la virtud.
*Posdata: Dani Lorenzo es el mejor jugador de fútbol -sí, de fútbol del bueno- de este Málaga, con permiso del omnipresente Dioni Villalba y del calité Larrubia; y Einar Galilea debe ser un pilar defensivo junto a Nelson Monte, dos centrales que se lo pondrán difícil a Juande.
Hay mimbres para competir y mucho margen de mejora. La plantilla es muy mejorable, sí, pero esta es la que hay. Ni más ni menos. Si respetan las lesiones, se calibra la puntería, los jóvenes siguen progresando y se edifica mejor el bloque defensivo, el Málaga debe luchar por los playoffs. Ojalá fuera tan sencillo como escribirlo.