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David Larrubia, el canterano que quisimos ser

Larrubia, el día de su presentación tras el regreso de cesión. (Foto: MCF)
Periodista malagueño. Delegado en Málaga.

El niño que juega con la diez en La Rosaleda es el alter ego de todos nosotros,  soñadores en la infancia. Qué quieres ser de mayor, preguntaban. Cómo no, futbolista, decíamos. Llevar el '10' del equipo de tu ciudad. Que tus padres y tus amigos vayan a verte. Dedicarles el gol de la victoria. Muchos lo soñábamos. A cada persona se le iba desmontando el plan de diversas maneras: la edad y el estancamiento, las lesiones (la clásica del ligamento cruzado que truncó tantas carreras), los estudios, los vaivenes de la adolescencia y lo que te insinuaban y tú asumías: que no sirves para esto. Solo eres un jugador de pachangas, chaval. Ponte a estudiar, que del fútbol no vas a comer.

El chico del Málaga CF que juega con la diez, el dorsal con más peso de este deporte, como el 23 lo es para el baloncesto, es un malagueño que empezó a jugar en su barrio, La Luz, en Málaga capital. Un amasijo de edificios altos y algunas calles donde está permitido aparcar el coche en doble fila, vacío legal justificable por la densidad de población que hay, comparable a cualquier zona saturada de La India. Al lado del parque María Luisa está el campo del Roma Luz CF, club donde David empezó sus primeras conducciones hasta la portería con el balón pegado a su zurda.

El Málaga lo fichó en 2012 en categoría alevín, y el pequeño Larru fue escalando todos los peldaños de La Academia: infantil, cadete, juvenil, Atlético Malagueño y primer equipo. Su debut se produjo el 13 de septiembre de 2020 contra el CD Tenerife en el Heliodoro Rodríguez López bajo las órdenes de Sergio Pellicer. Luego se fue con España al Mundial sub-17 de Brasil, donde compartió plantilla con un tal Pedri.

No tenía sitio entre los mayores y, en un movimiento de máxima coherencia en su carrera, se fue cedido al Mérida de Primera RFEF la temporada pasada. El niño se hizo grande y mitad romano, aunque en su DNI ya lo era: David Larrubia Romano, nacido en 2002, Málaga. Cuatro goles dejó allí. En la bonita ciudad extremeña no se olvidan de él ni tampoco de Dani Lorenzo.

Una piña en el gol de Larrubia al Antequera. (MCF)

David regresó el pasado verano como uno de los pilares del nuevo Málaga. La afición lo recibió con grandes expectativas. El niño, malagueño y malaguista incondicional, estaba ante su gran oportunidad. El mismo chaval que fue recogepelotas y miraba con admiración a sus ídolos, que aún tiene su cuarto pintado de blanquiazul por su padre. En una declaración de intenciones se cogió el dorsal diez y dijo que quería dejar huella en el club. Hace unos meses renovó hasta 2027 y volvió a decirlo, pero con más contundencia: "Quiero marcar una época en el Málaga".

El día D

Su temporada no ha sido como le hubiera gustado. Venía siendo irregular y sus estadísticas no eran demasiado halagüeñas. Siempre ha gozado de oportunidades, bien como titular (24 veces) o como suplente (en otros 14 partidos). Las lesiones le han respetado. Su talento no estaba en duda, pero en la práctica no aparecía o lo hacía muy de vez en cuando. Lo tangible, el gol, el pase clave, se le resistía y hasta él mismo reconocía cada vez que podía que debía mejorar en los metros finales.

Entonces llegó el Málaga-Antequera y Larrubia tuvo la tarde de gloria que tanto se le resistía. Marcó su primer gol con el Málaga en La Rosaleda, dio una magnífica asistencia a Sangalli y protagonizó una exhibición por banda derecha. Lo que se le pide, lo que hace en los entrenamientos: encarar y superar rivales, desequilibrar, disparar, decidir bien en área rival, presionar, recuperar, atreverse. Y el diez se marchó ovacionado. "Uno de los días más felices de mi vida", diría después.

Le faltaba un gran día ante su público como el del sábado. "El gol ha tardado más de lo que me esperaba, pero la gente que me conoce sabe lo que he trabajado para esto. Espero que sirva de impulso para encarar los play off", expresó minutos después de ser el mejor del derbi. David quiere sumarse a tiempo para el momento más importante de la temporada.

Tiene calidad para ello y a sentimiento de pertenencia, probablemente, le ganan pocos en la plantilla. El hambre es otro factor importante. Su rendimiento sobresaliente en la jornada 37 puede y debe ser un punto de inflexión en lo mental para él. Se quitó un peso de encima. "La pelota siempre al diez", suele decirse en la jerga futbolística. Hay que dársela ya. Larrubia la pide ahora más que nunca.

David Larrubia, junto a sus padres el día de su renovación hasta 2027. (Foto: A.F.)

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