"Esto no lo he visto yo en muchos años. Es increíble lo que corren estos chavales". Esto fue dicho por un compañero del gremio en el descanso del Málaga - Racing de Santander, una sensación probablemente compartida por miles de malaguistas. Algo grande está pasando cuando el estadio se pone en pie a aplaudir a su equipo en el descanso -y, de paso, al espectáculo que brindó junto al equipazo racinguista-, con 0-0 y después de haber fallado dos goles cantados. Este Málaga obliga a la ilusión. Obliga, no invita.
Una derrota en 15 partidos. Octavo partido consecutivo sin perder en liga. Sexto encuentro seguido sin encajar gol y equipo que menos tantos recibe de la categoría (11). Dominio, asedio y cerca de un K.O. a un señor equipo como el Racing, que había ganado en sus siete visitas y que se quedó sin marcar por primera vez en las 16 jornadas que ha disputado.
Si el Málaga hubiera calibrado su puntería, lo que más echa en falta, estaría en play off. Pero no todo se puede tener. La asignatura pendiente sigue siendo que los delanteros conviertan las que sí meten en los entrenamientos, como asegura Pellicer.
Doce goles, la mitad de ellos repartidos entre Antonio Cordero y Dioni, son pocos para el potencial de un equipo que ha demostrado ser capaz de generar mucho con jugadores de banda y de segunda línea, pero en los metros finales no termina de encontrar la chispa.
Larrubia, Kevin, Lobete, Rahmani, Cordero, Ochoa, Dani Lorenzo... hay armas que aún están cargando munición, más allá de que Dioni, Baturina o Castel tengan el día. Inevitable pensar en qué hubiera sido de este Málaga con Roberto Fernández en punta. Pero la faceta goleadora solo puede ir a mejor a medida que la juventud progrese cada jornada, las lesiones respeten y los delanteros afinen. El mejor Málaga debería estar aún por llegar.
Hay algo que no se refleja en el big data, pero que también es unidad de medida de un equipo. La ilusión, el compromiso y la confianza que genera a su gente. Ir a La Rosaleda ya no es un "a ver con qué disgusto o decepción nos sorprenden hoy", sino un "ganamos seguro contra quien venga, sea el líder o el colista".
Lo resumió Pellicer en esta frase: "La gente que viene a La Rosaleda ahora está disfrutando". Esto es mucho después de años de tantos desencantos. El Málaga ha sentado las bases del sentimiento de pertenencia no solo a un escudo, sino también la identificación con un equipo que lo deja todo en el campo, que juega desencadenado y sin temor a perder.
Todo se entiende mejor con esta reflexión que dejó Ibon Navarro, líder del Unicaja, sobre la importancia de la química: "Siempre dije que cuando se construye el equipo no es sólo sumar talento. Va más de música que de matemática. Más de rimar que de sumar". Este equipo rima como los dioses del rap, pura poesía.