Cuarto, pero mediocre

De la peor manera posible. Así ha acabado el Mundial para la selección anfitriona, una Brasil decepcionante desde el principio y que, finalmente, acabó humillada por Alemania y superada con cierta facilidad por Holanda en la final de consolación.

Lo cierto es que la trayectoria no ha sido un camino de rosas y, ni siquiera, ha conseguido vencer en la mitad de los siete partidos que ha jugado. Un bagaje muy pobre para la pentacampeona que, a su condición eterna de favorita, sumaba el hecho de jugar en casa. Cuenta por victorias únicamente el partido inaugural ante Croacia, el tercero ante una desahuciada y floja Camerún y el de cuartos de final ante Colombia.
En el primero recibió una clara ayuda arbitral que decantó el choque ante los balcánicos, mientras que en el tercero no se sabe que habría pasado si Velasco Carballo hubiera expulsado a Julio Cesar en el penalti que cometió ante Bacca. Sí es cierto que fue su mejor partido del Mundial, pero no quedó exento de polémica. Nada que objetar a la victoria ante Camerún.
Sus dos empates fueron ante México, en la segunda jornada del grupo, y ante Chile en octavos. Cierto es que los norteamericanos dispusieron de muchas opciones, pero también que Ochoa fue su gran héroe. Sí se vio sometido por Chile, pero la suerte de los penaltis –y un tiro al larguero de Pinilla en el último minuto de la prórroga- le sonrió.
Con su nombre ya inscrito en el cuadro de honor llegó la debacle de la canarinha. Coincidió, además, con la baja por lesión de Neymar, astro en el que se sustentaba la débil estructura de un equipo que nunca cuajó.
Sin el del Barça, Brasil perdió el faro y también la dignidad en una derrota tan histórica como humillante en semifinales ante Alemania. Tampoco fue gran escollo para una Holanda no muy motivada que apenas necesitó de unos minutos para ponerse por delante y cerrar con comodidad la final de consolación a su favor. En definitiva, la dudosa Brasil del discutidísimo Scolari se ha visto descubierta en cuanto se ha medido a selecciones de las grandes.
Otro Mundial para olvidar, como el de 1950. ¿Volverán a pedir organizarlo o las sombras del Maracanazo y el Mineirazo se alargarán hasta la noche de los tiempos?