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Dos mexicanos se reencuentran con Rusia 30 años después gracias al Mundial

Moscú, 17 jun .- La mexicana Ana Prósperi guarda en su casa de Puebla una fotografía que le sacó su padre hace 30 años en la Fuente de la Amistad de los Pueblos del recinto ferial VDNJ de Moscú, cuando Rusia era aún la Unión Soviética y los rusos sabían jugar al fútbol.

Corría el año 1988, la URSS llegaba a la final de la Eurocopa en la entonces Alemania Federal para caer sólo frente a la poderosa Holanda de Marco van Basten, y la pequeña Ana posaba para su padre en la fuente dorada que simbolizaba la amistad entre las quince repúblicas que integraban el imperio comunista.

Hoy Ana y su padre Antonio, que ya tiene 84 años y se mueve en silla de ruedas, están de vuelta en Moscú para ver el debut de su México frente a Alemania en el Mundial de Rusia, un país completamente distinto al que conocieron hace tres décadas.

"Tenía siete años, pero me acuerdo de ese viaje. Ahora hemos vuelto aprovechando que es el Mundial, pero sobre todo para ver de nuevo Moscú, que es una ciudad increíble", dijo Ana a Efe a las puertas del estadio moscovita de Luzhniki, donde empieza esta tarde la aventura mundialista de México.

Padre e hija sueñan con que el 'Tri' "pueda hacer la hombrada" de ganar a la actual campeona del mundo, pero en lo que sí tienen plena confianza en que los pupilos del colombiano Juan Carlos Osorio pasen a la siguiente fase del torneo.

Son 32 las selecciones que participan en este Mundial, y aunque muchas han jugado o jugarán partidos en la capital rusa, es la afición mexicana la que se ha hecho dueña de sus calles.

En la Plaza Roja y las calles aledañas, en los accesos al estadio Luzhnikí y en el majestuoso metro de Moscú, la hinchada del 'Tri' es la protagonista absoluta de la gran fiesta mundialista y contagia con su desbordante alegría a Moscú entera.

"México siempre juega con muchas ganas, con la intención de avanzar, y por eso es tanta la gente que acompaña al equipo allá donde vaya", explica a Efe Ramón, un mexicano que vive en Los Ángeles (EEUU).

Su amigo José, también de Los Ángeles, asegura que "ha valido la pena venir a Moscú", y afirma que sus impresiones de Rusia no tienen nada que ver con la imagen que se tiene de este país en Estados Unidos.

"Es un lugar precioso y la gente es maravillosa, pese a lo que se dice a veces en Estados Unidos. Nos advirtieron algunos de que nos sentiríamos aquí como extranjeros, pero no es así. Nos sentimos como en casa", dice agradecido.

Los moscovitas acuden en masa a la histórica calle Nikólskaya, a pocos metros del Kremlin, para zambullirse en el ambiente único que crea a su alrededor la marea de seguidores aztecas, que cantan, bailan y animan a su equipo.

Son tantos en esa zona peatonal, que cuando un taxi arrolló ayer a siete viandantes en Nikólskaya, resultó que entre los heridos, todos leves, había dos aficionados mexicanos. Tras ser atendidos por los servicios sanitarios en el mismo lugar del incidente, se fueron al hotel con poco más que el susto en el cuerpo.

Entre tanto sombrero y camiseta verde, llama la atención un joven mexicano que se pasea por Moscú con una elástica blanca, con el número 91 en la espalda -el año en que nació el chico- y el nombre de Dostoyevski, el gran genio de la literatura rusa.

Julio, que se declara admirador tanto del autor del escritor decimonónico como de la selección mexicana, ha visto en el Mundial una inmejorable oportunidad para matar a dos pájaros de un tiro: conocer la patria de Fiodor Dostoyevski y animar desde las gradas al equipo de su país.

No faltan hinchas alemanes que viven este torneo como una auténtica aventura. El jubilado teutón Hubert Wirth, de 70 años, ha recorrido 2.300 kilómetros desde su país hasta Moscú en un tractor fabricado en 1936, y ha acudido como invitado de honor al partido entre su equipo y la Tri.

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