Hoy he descubierto a Fernando Hierro. Uno está acostumbrado a su figura como futbolista, el mejor español de los años 90, a su rol de Director Deportivo de la Federación y un poco, aunque no demasiado, a verle en los banquillos, porque lo de Oviedo no salió bien. A lo que uno no está acostumbrado es a tener una charla tranquila, a corazón abierto con él, aunque sea en compañía de otras 15 personas.
Asombra la templanza y la humildad con la que Hierro habla de su situación. Se sabe en el cargo por accidente y no pretende arrogarse ningún mérito, mantiene le equidistancia en la guerra Rubiales-Lopetegui y explica con una naturalidad asombrosa cómo están viviendo la situación los futbolistas. Al final la lógica impera y los jugadores, les duela o no lo de Lopetegui, están por la labor de ganar el Mundial, es lo que les alimenta. Además, los Iniesta, Ramos, Piqué, Busquets y Silva ya las han visto de todos los colores y tiran del carro para que todos vayan en la misma línea.
¿Que cómo juega la España de Hierro? Pues como la de Lopetegui, bien. ¿Para qué cambiar lo que funcionaba? ¿Hay tiempo para introducir matices diferenciales? Claro que no. Sí me ha gustado ver a Hierro hablar del gol de estrategia marcado ante Portugal con el pase a Busquets y el toque de cabeza de Diego Costa. ¿Ha puesto en marcha el laboratorio en tiempo récord? Está claro que no. Deja claro que no hizo nada, y no es fácil que un entrenador hoy en día admita según qué cosas.
Hablar con Hierro te da más motivos para creer. En su rostro se reflejan el cansancio y el sufrimiento de los últimos días, pero también la tranquilidad de estar matando por llevar esta nave a buen puerto. Él nos puede dar el segundo.