Es Noticia

"Por fin el mundo puede ver la verdadera imagen de Argentina", (J.Havelange)

Nizhny Novgorov (Rusia), 23 jun .- Argentina fue elegida sede del Mundial de 1978 en el 35º congreso de la FIFA que se celebró el 6 de julio de 1966 en Londres. Pocos días antes, el 28 de junio, un levantamiento militar liderado por el general Juan Carlos Onganía derrocó al presidente Arturo Illia para dar origen a una dictadura denominada "Revolución Argentina".

Aquel régimen adoptó una ideología fascista, católica y anticomunista que fue abiertamente apoyada por Estados Unidos y por los países europeos. Sin embargo, otros dos golpes internos provocaron la sucesión, entre 1966 y 1973, de tres dictadores militares: el ya citado Onganía, Marcelo Levingston y Alejandro Lanusse.

En 1973, la dictadura, acosada por una insurrección popular creciente y generalizada, organizó unas elecciones en las que participó el peronismo y triunfó su candidato, Hector Campora, que renunció para permitir elecciones libres. Ganó Juan Perón, que murió un año después, y en 1976 la presidencia la ostentaba María Estela Martínez de Perón, también conocida como Isabelita Perón.

Durante todos esos años de inestabilidad política, Argentina tenía que organizar el Mundial de fútbol.

Existían muchas dudas sobre si los estadios y las comunicaciones iban a estar listos a tiempo y el gobierno peronista no prestó mucha atención al asunto mientras estuvo en el poder.

Tampoco las dictaduras anteriores se preocuparon en exceso de la organización del torneo, que iba claramente con retraso y había serías dudas sobre su viabilidad. Entonces, la aparición de la dictadura de Videla, como en anteriores regímenes, vio en el Mundial un buen escaparate para promocionar las bondades de su sistema totalitario.

La Junta Militar creó el Ente Autárquico Mundial para acelerar las operaciones. Había que remodelar estadios, construir nuevos y acelerar infraestructuras. Tenían por delante una difícil tarea que se complicó cuando su director, el general Omar Actis, fue asesinado tras ser tiroteado en su vehículo cuando se dirigía a ofrecer su primera rueda de prensa. Además, había temor por el comportamiento de los aficionados argentinos.

En los años 70, los clubes se habían hecho famosos por su violencia y en junio de 1977 acabaron mal los amistosos que, en una semana disputaron Inglaterra y Escocia en el estadio del Boca contra Argentina.

La dictadura de Videla comenzó con una frase contundente: "Señora (Isabel Perón), las fuerzas armadas han decidido tomar el control político del país y usted queda arrestada". Era el 24 de marzo de 1976.

Según algunas cifras, fueron asesinadas unas 30.000 personas en uno de los periodos más tenebrosos de la historia de Argentina. En algunos casos, mediante los terribles "vuelos de la muerte", una forma de exterminio que consistía en lanzar al mar a personas vivas desde aviones militares.

Y, en esas circunstancias, con ese fondo inquietante que presentaba el Mundial, el presidente de la FIFA, Joao Havelange, que además tenía sobre la mesa estudios de Amnistía Internacional sobre la situación de Argentina, decidió seguir hacia delante con la organización del torneo.

Durante el discurso inaugural, Jorge Videla se creció cuando sabía que todo el mundo estaba pendiente de él: "Es un día de júbilo para nuestro país. Por ello le pido a Dios nuestro señor que este evento sea realmente una contribución para firmar la paz que todos deseamos; para todo el mundo y para todos los hombres del mundo".

Tal vez, Havelange no sabía, o tal vez sí, que a 1.300 metros del estadio de River, El Monumental, funcionaba la ESMA (Escuela Mecánica de la Armada), donde clandestinamente se llevaban a cabo las más cruentas torturas que se puedan imaginar. En su origen, esa institución fue creada para formar oficiales de la armada, pero tras el golpe de Estado, fue utilizada para recluir a guerrilleros de izquierda y personas incómodas para el régimen.

Según cálculos de diferentes instituciones, en la ESMA fallecieron cerca del 15 por ciento de los 30.000 asesinados durante el régimen que de inicio presidió Videla. Pero aunque Havelange no se ruborizó a la hora de seguir adelante con el Mundial, algunos países alzaron la voz para que éste no se disputara en Argentina.

Incluso se rumoreó que podría disputarse en Holanda, algo que finalmente no ocurrió.

Precisamente, el mejor jugador del mundo en la época, Johan Cruyff, no acudió al que habría sido su segundo Mundial tras asombrar con Holanda en Alemania 1974, donde fue subcampeón tras perder ante el equipo de Franz Beckenbauer.

Se dijo que no jugó el torneo en protesta por el régimen de Videla. Años después, el propio Cruyff afirmó que su secuestro en septiembre de 1977, cuando jugaba en el Barcelona, le afectó profundamente y no quiso dejar sola a su familia durante ocho semanas. Él mismo comunicó al técnico Ernst Happel que no se sentía mentalmente preparado para afrontar el Mundial. Pero en 1978, se pensó otra cosa diferente.

Futbolísticamente, aquella Copa del Mundo fue la del fallo de

Julio Cardeñosa en el Brasil-España; la de la decepción de la Francia del joven Michel Platini, eliminada en la primera fase; la del fútbol total holandés que seguía con vida pese a la ausencia de Cruyff; y, sobre todo, la de la sospechosa victoria de Argentina sobre Perú en el último encuentro de la segunda fase de grupos.

Después de una fase inicial, se disputó otro formato con dos grupos de cuatro selecciones cada uno. Los campeones, disputarían la final. En el grupo B, estaban Argentina, Brasil, Perú y Polonia. En la última jornada, los dos últimos no se jugaban nada. Los polacos se enfrentaron contra Brasil y los peruanos frente a Argentina, que tenían tres puntos cada uno.

Videla, como hiciera Mussolini en su Mundial de 1934, movió todos los hilos posibles para intentar allanar el camino de su selección hacia la final, en la que esperaba Holanda. Encargó al presidente del Comité Organizador, el almirante Lacoste, una solución. La primera, fue cambiar de hora los partidos. Se jugaban a la vez, pero consiguió que el choque de Brasil se disputara antes.

De ese modo, Argentina sabría el resultado de su rival. Cuando Brasil ganó 3-1, el conjunto albiceleste era consciente de que tenía que vencer como mínimo por 4-0 a Perú para llegar a la final. Y, Perú, era un buen equipo. Con Teófilo Cubillas y Hugo Sotil como referentes, era una selección complicada, como demostró tras completar una buena primera fase.

Argentina ganó 6-0 de forma sospechosa y después se llevaría el Mundial que encumbró a Mario Alberto Kempes después de vencer 3-1 en la final. Pero años después, la periodista Laura Avignolo hizo para el "Sunday Times" un reportaje en el que informó de que el almirante Lacoste negoció con círculos cercanos al equipo peruano ciertos sobornos en forma con 35.000 toneladas de grano argentino destinados a Perú.

Además, afirmó que se descongeló una línea de crédito de 50 millones de dólares al país andino y que se pactó el pago de 20.000 dólares a tres jugadores de la selección dirigida por Marcos Calderón. Finalmente, en marzo de 2018, uno de los jugadores peruanos, José Velásquez Castillo, reconoció en el medio de su país "Trome" que media docena de compañeros se dejaron comprar.

"Seis jugadores se vendieron. Solo puedo nombrar a cuatro de ellos, porque hay otros dos que son muy famosos y puedo dañar sus carrera: Rodolfo Manzo, Raúl Gorriti, Juan José Muñante y Ramón Quiroga", dijo Velásquez.

El Mundial, en cualquier caso, quedó marcado por la famosa frase de Havelange: "Por fin, el mundo puede ver la verdadera imagen de Argentina". Nunca una afirmación dio tanta vergüenza, porque el Mundial fue utilizado como una escaparate para transmitir que el país sudamericano era un paraíso de felicidad.

Recursos de archivo en www.lafototeca.com. Cód: 4856842

Escribir comentario 0 comentarios
Deja una respuesta
Su comentario se ha enviado correctamente.
Su comentario no se ha podido enviar. Por favor, revise los campos.

Cancelar