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Marruecos, el presagio de un futuro dulce

Moscú, 26 jun .- "Ha sido un partido fantástico, me voy muy contento. Bravo para mis jugadores y bravo para el pueblo marroquí", espetó Hervé Renard, seleccionador de Marruecos, minutos después de disminuir a España en Kaliningrado.

A alguien que no hubiera visto los noventa minutos previos, ni tampoco los dos partidos anteriores del Mundial ante Irán y Portugal, la declaración del francés le induciría a pensar que los magrebíes se habrían apuntado la victoria, e incluso que habían repetido el hito de 1986, edición en la que accedieron a segunda ronda.

Ninguna de ambas cosas había ocurrido. Marruecos saltó al césped sin opción alguna de clasificación tras haber perdido sus dos primeros choques y regresó al vestuario con el agridulce sabor del empate, consecuencia de un gol en el minuto 92 de Iago Aspas que el asistente anuló y el VAR rectificó.

El amargo colofón a una participación tan frustrante como esperanzadora, en el que han cosechado el elogio generalizado de aficionados y expertos, y el que solo la falta de acierto de cara al gol ha evitado que alcanzara cotas mayores.

Renard es, sin atisbo de duda, el origen del renacimiento de los "leones del atlas", y el jalón al que se agarran para consolarse con un futuro que se les antoja alentador tras años penando al rebufo del resto de selecciones africanas.

El antiguo defensa del Caen, uno de los entrenadores con más prestigio del fútbol africano, aceptó el banquillo de Marruecos en marzo de 2106, apenas un año después de haber conducido a Costa de Marfil al máximo título continental.

Exigió libertad de acción y puso sus ojos en las ligas europeas. Allí encontró una generación de cachorros nacidos en Europa pero de sangre marroquí, hijos en su gran mayoría de la inmigración, que se habían formado en el fútbol del continente.

Los Ziyech, Amrabat, Benaita, Munir, Achraf, Belhanda, Da Costa, Al Ahmadi u Boussufa nunca habían pisado los campos del Marruecos, y aunque eran piezas importantes en clubes como el Ajax, el Feyenoord, Real Madrid o el Leganés, tenían escasas opciones de debutar con sus países de acogida.

Una abigarrada Torre de Babel, sostenida en la sólida base de los vínculos tradicionales que conservan las familias emigradas magrebíes pese a la disparidad de procedencias, muy técnica, a la que dotó de personalidad, orgullo, confianza, solidaridad y un estilo de juego alegre y bien definido.

Hija de las escuelas belga, holandesa, francesa y española, principalmente, a la selección de Marruecos le gusta el fútbol total, tocar desde atrás, acariciar el balón con mimo, circular rápido y percutir por las bandas.

Sostenido en un 5-4-1, con un rombo en el centro del campo que se pliega y despliega como una acordeón, el combinado defiende con solvencia, es pegajoso en la presión, y muy peligroso en ataque, su gran lacra Rusia.

En los diez partidos previos al Mundial, cuatro de clasificación y seis amistosos, los magrebíes apenas recibieron cuatro goles y anotaron 23, con encuentros memorables como el 6-0 a Mali en Rabat o la victoria a domicilio en Costa de Marfil (0-2) que le concedió el billete para la Copa del Mundo.

La eficacia defensiva se ha mantenido como una de sus virtudes en esta fase final. "Los leones del atlas" concedieron solo cuatro goles.

Uno en propia meta frente a Irán en el descuento del primer partido; otro en una jugada polémica en arranque del choque ante Portugal; y dos más este lunes frente a España, uno de ellos con el tiempo reglamentario también ya agotado.

Pero aunque llevaron la manija durante las tres contiendas, su ineficacia frente al gol les ha condenado. De San Petersburgo y de Moscú salieron con el marcador a cero tras acosar y desperdiciar un puñado importante de buenas ocasiones frente a Alireza Berianvard y Rui Patricio.

Y en el encuentro ante España, la inoperancia de nuevo en los últimos metros y el larguero evitaron la goleada, castigándoles con el sinsabor de un empate que aún así, parece presagiar un futuro almibarado para un bloque que parece destinado a cotas mayores y mejores.

Algunos achacan su salida prematura del Mundial a los designios caprichosos de la diosa fortuna; otros a la bisoñez de un plantel inexperto en la alta competición que arrastraba en sus botas la ilusión desmedida de todo un país.

Resultados aparte, Marruecos ha demostrado en Rusia, sin embargo, que tiene librillo de juego, ilusión, calidad y una media de edad, establecida en 27 años, que le hace mirar con esperanza el mundial de Catar.

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