Veinte años después de ganar su primer Mundial los franceses celebraron hoy en un clima de euforia la victoria en Rusia 2018, con Mbappé, Pogba y Griezmann como estrellas del equipo que ha logrado pasar la página por la nostalgia del 98.
"¡Esta Copa es para nosotros! ¡Es la victoria de nuestra generación!", clamó Guillaume, de 26 años, al finalizar el partido aunque la música que resonó en París al cantar victoria volvió a ser "I will survive", himno de la banda de Zidane en el 98.
Si los franceses se mostraron toda la semana confiados en el éxito, en la capital el partido se vivió con nervios y tensión por la entrega de Croacia.
"Los croatas no tienen nada que perder y eso es lo más peligroso, están jugando a 200 %", opinó al final del primer tiempo Kevin, que habló sentado y de brazos cruzados y solo se permitió entonar "On a gagné!" (¡Hemos ganado!), cuando el arbitro silbó por última vez.
La euforia del gol en propia de Mandzukic, en el minuto 18, pronto cayó en saco roto cuando Perisic puso el marcador a 1-1, apenas diez minutos más tarde para volver a remontar tras el penalti de Griezmann. Por momentos, la burbuja de optimismo nacional de los últimos días amenazaba con estallar.
El segundo tiempo arrancó con el gol de Pogba y poco después con el de Mbappé y los gritos de la hinchada resonaron en toda la ciudad, que no tardó en invadir el bulevar de Grandes Bulevares o los Campos Elíseos, algunas de las principales avenidas de la ciudad, abarrotadas al término de la competición.
Banderas, petardos, humos con la tricolor y hasta algún que otro joven desnudo subiendo al techo de los coches que solo podían esperar de brazos cruzados que pasara la marabunta.
La fiesta, sin embargo, había comenzado mucho antes: los pitidos de los coches sonaban desde primera hora y "I will survive", la canción de Gloria Gaynor, se escuchaba ya desde primera hora de la mañana. "¡Como en el 98!", se repetían los aficionados a modo de despedida este fin de semana.
La hazañas que sus padres les contaron sobre aquella victoria parecían motivar a muchos a escribir hoy su propia historia ya que los más jóvenes -igual que una decena de los jugadores en la selección-, no habían nacido o eran demasiado pequeños para recordarla.
En el Campo de Marte, delante de la Torre Eiffel, la zona de seguidores en la que el Ayuntamiento instaló cuatro pantallas gigantes completó el aforo de 100.000 personas horas antes de comenzar el partido y a las 13.00 (11.00 GMT) cientos de los aficionados que intentaban entrar daban media vuelta en busca de alguna terraza libre.
La organización se vio sobrepasada por la afluencia de hinchas y los que todavía se aglomeraban en los alrededores confiando en poder acceder al recinto soltaron abucheos y se quejaron de que en ciertas entradas solo cuatro personas trabajaban en los controles y cacheos, lo que propició grandes bloqueos.
Los bares y restaurantes que emitían el partido estaban ya completos a mediodía por lo que las alternativas para seguir la emisión no tardaron en florecer.
En Cubyn, una empresa emergente de logística situada en los Grandes Bulevares, colocaron un proyector para que los empleados pudieran seguir la contienda deportiva con sus amigos.
"Decidimos abrir la oficina para que pudieran venir con sus amigos porque al fin y al cabo es un momento de familia y queríamos que todos participaran. Mañana por la mañana, si ganamos, no tendrán que venir a trabajar", contó Pierre Canard, uno de los responsables de la empresa.
Ante la perspectiva de que el fervor de la afición continuara hasta bien entrada la noche, la prefectura de Policía anunció en su cuenta de Twitter la prohibición del tráfico en numerosos puntos del centro y el oeste de la ciudad a partir de las 18.00 y hasta las 4.00 del lunes.
El objetivo era evitar que se repitieran los accidentes de 1998 en los que se llegó a registrar un fallecido y varios heridos de gravedad.
El regreso de los "Bleus", que han devuelto a los franceses el orgullo de su multiculturalismo, se espera este lunes por la tarde, cuando serán recibidos por el presidente Emmanuel Macron en el Palacio del Elíseo.