Hace apenas un año y unos días, el 19 de octubre de 2014, Víctor Fernández, su primer entrenador en el Deportivo, dijo de Lucas Pérez que es "pícaro y tiene ángel", dos atributos que definen a la perfección al extremo coruñés, que este viernes, ante el Atlético de Madrid, con Víctor Sánchez al frente del banquillo, volvió a sacar a relucir su fútbol de pillería y salón.Carlos Alberto Fernández
No estaba firmando un buen encuentro ante el Atlético, era consciente de ello en el campo y la afición lo veía desde la grada, pero su técnico no le sentó en el banquillo porque sabía que cualquier intento de reacción del equipo pasaría, seguramente, por un momento de inspiración del '7'.
A Lucas Pérez le sobra fe y entrega. Después de haberse pasado los primeros 45 minutos prácticamente solo en el campo del Atlético de Madrid y de haberse ido un par de veces al suelo por resbalones, se metió en el partido, como sus compañeros, en la segunda parte, en la que decidieron dar un paso al frente que coincidió con el paso atrás de su rival.
Aún así, esa lucha por igualar el gol que había logrado Tiago en la primera parte de poco le estaba sirviendo al Deportivo, incapaz de intimidar al Atlético más allá de dos disparos de Fede Cartabia.
Hasta que un balón que la mayoría de jugadores habría dado por inválido despertó la voracidad de Lucas Pérez, que no había perdido la esperanza.
Confió, atisbó fugazmente lo que podía ocurrir si presionaba al internacional uruguayo José María Giménez, y ejecutó el pensamiento: le robó la cartera en el área, pegado a la línea de fondo.
Hasta ahí, la pillería. Después, el fútbol de salón, un amago exquisito ante la salida de Oblak, y el remate final con el pie derecho, el que casi nunca utiliza este zurdo cerrado.
El gol dio alas al Deportivo hasta el punto de que rozó el triunfo con un disparo de Fayçal Fajr al poste a los 88 minutos.
El empate supo a victoria al equipo coruñés, también a Lucas, sensación antagónica a la del Atlético de Madrid y, especialmente, a la de un futbolista que quedó 'tocado', Giménez.
Lloró el uruguayo en el césped de Riazor y el que se acercó a consolarlo fue el que le había producido esa tristeza.
"Hoy falla él y mañana puedo fallar yo. No hay que alegrarse de las desgracias ajenas", comentó el extremo del Deportivo en la resaca del partido con el Atlético.
Ese también es el "ángel" de Lucas Pérez, el que le acompaña en el verde, el que hace un año, como decía Víctor Fernández, le ayudaba a que el balón diera en el poste y entrara, "porque a otro le habría ido al poste y para fuera".
Aquellas palabras se escucharon en la sala de prensa de Riazor después de un 3-0 al Valencia en un debut perfecto en Primera, cuando el equipo más le necesitaba.
El ángel le abandonó prácticamente de inmediato, porque las lesiones, que ya habían frustrado su estreno con el Deportivo hasta entonces, le volvieron a amargar hasta finales de enero, cuando reapareció, aún con molestias en la rodilla, para ayudar al equipo a lograr la permanencia.
Lucas fue clave en ese objetivo colectivo, después tuvo que hacer las maletas para regresar al PAOK de Salónica griego, al que ayudó en Europa antes de regresar, ya en propiedad, al Deportivo, en el que diez partidos le han servido para marcar los mismos goles que en todo el curso pasado.