El mundo del fútbol ha dado el último adiós a José Antonio Reyes. El utrerano perdió la vida en un accidente de tráfico cuyas circunstancias no se discutirán en este texto. Aquí solo se recordará una etapa, breve, de una carrera deportiva plagada de éxitos.
Porque Reyes fue, es, por encima de todo, pura magia. Un futbolista prodigioso, inteligente, con desborde y con más calidad que la mayoría de compañeros con los que siempre ha jugado. Por eso quien escribe, cordobesista, guarda un cariño especial al homenajeado. Porque un jugador de talento histórico, que ganó ligas en Arsenal, Real Madrid, Europa Leagues en Atlético de Madrid o Sevilla, decidió bajarse al barro y salvar de la quema a un equipo de Segunda división.
Alguien que lo fue todo, que tocó el cielo en las más grandes ciudades de Europa, decidió llegar a Córdoba. Alguien que alcanzó la gloria en teatros como Highbury, el Santiago Bernabéu, el Estádio da Luz o el Ramón Sánchez-Pizjuán decidió actuar en la corrala de El Arcángel.
"Viene pasado de peso, le sobran X kilos, viene a vivir del cuento" fueron algunos de los comentarios que se vertieron el día de su presentación. La realidad era la de un futbolista que llevaba seis meses sin competir, y que tardó algo más de un mes en ponerse a tono. La realidad es que demostró ser el mejor futbolista de LaLiga 1|2|3, en los pocos minutos que fue ganando de manera progresiva, incluso sin el ritmo competitivo. Y que, una vez en forma, se destapó como un futbolista troncal, decisivo y de época. Muy superior a todo lo que pisó su mismo césped.
Porque cuando Reyes recibía la pelota, en cualquier posición del campo, el corazón ya comenzaba a acelerar. Cada pase filtrado era un "uuuyyy". Cada cambio de orientación era un "ooohhh". Y cada capotazo de torero era una ovación del respetable.
Su nombre está bordado con letras de oro en la historia del Córdoba CF. Sin duda, el jugador más talentoso que vistió la blanquiverde. En apenas cinco meses nos salvó del abismo. Y en el día en el que José Antonio Reyes bailó su último gran vals sobre el tapiz de El Arcángel, frente al Sporting el día de la salvación, hizo felices a veintitantas mil personas presentes en nuestro inacabado estadio. Hizo feliz a toda una provincia. A un sentimiento que, desde su marcha, ha sido pisoteado, maltratado, vilipendiado.
En un lapso tan breve, fue endiosado, con total merecimiento, ante un público que le echa de menos desde el día que partió. Ahora, mientras José Antonio Reyes llega al cielo de los futbolistas para encontrarse con amigos y leyendas, el Córdoba está condenado a un infierno del que nadie sabe cuándo podrá salir.
Afortunadamente, pude agradecerle en persona a quien nos hizo jugar. Ganar. Sentir. Luchar. Vivir. Soñar. Y, aunque tú te has ido, mientras viva iré contigo hasta el final. "Muchas gracias por venir a salvarnos, Reyes". Descansa en paz.