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El Wanda Metropolitano se contagia de la ilusión del Rayo Majadahonda

Carlos Mateos Gil

Madrid, 27 ago .- El Wanda Metropolitano, casa del Atlético de Madrid y escenario en el que se disputará la final de la Liga de Campeones, vivió una tarde repleta de emociones futbolísticas. Esta vez, sin embargo, no fueron protagonistas los rojiblancos.

La fecha del 27 de agosto del 2018 quedará marcada a fuego para los aficionados del Rayo Majadahonda, como tantas otras que vivirá el club a lo largo de una temporada llamada a ser histórica toda vez que es la primera que disputará en la categoría de plata del fútbol español.

Tras su debut ante el Zaragoza en La Romareda, los majariegos afrontaban contra el Mallorca su primer encuentro como locales. Y lo hacían en un recinto único que será provisional hasta que concluyan las obras de acondicionamiento del Cerro del Espino.

Una gran oportunidad para disfrutar de uno de los mejores campos de España pero al mismo tiempo un reto para club y aficionados ante la necesidad de adaptarse al cambio con la mayor naturalidad posible y sin sobresaltos.

Tanto unos como otros pusieron de su parte para que todo fluyera. En primer lugar la entidad, que se movilizó para habilitar una línea de autobuses que pudiera efectuar el traslado directo entre la localidad madrileña y el Wanda Metropolitano.

A un precio de cinco euros -ida y vuelta varios- fueron los que optaron por este medio de transporte como la manera más cómoda de completar el trayecto, desembarcando aproximadamente una hora antes del arranque del partido.

Otros, en cambio, consideraron mejor ir en sus automóviles particulares, gracias a la opción de poder estacionar en las inmediaciones. Y hubo también, por supuesto, quienes prefirieron desplazarse a pie o hacerlo en la línea 7 del metro capitalino.

Es por ello que lejos de producirse una llegada masiva, los aficionados fueron haciendo acto de presencia a cuentagotas ya desde dos horas antes del pitido inicial. Esa premura le permitió a algunos inmortalizarse con calma en las inmediaciones o reponer fuerzas en los bares.

Lo mismo sucedió con los aficionados del Mallorca, aproximadamente un centenar, que hicieron piña en los prolegómenos y posteriormente ocuparon su lugar tiñendo de rojo la zona cercana a uno de los córners.

A su lado, aquellos que buscaban respaldar al conjunto local. Sentados también en el anillo bajo y ataviados con bufandas y camisetas, no pararon de animar desde que se ofrecieron las alineaciones por megafonía.

Por lo que respecta al conjunto que ejercía de anfitrión por primera vez, llegó con el autobús cerca de dos horas antes del pitido inicial. Tras bajarse e introducirse en el interior del estadio, los jugadores de Antonio Iriondo salieron posteriormente a reconocer el que será su verde durante unos meses.

Ovacionados cuando saltaron de corto para la cita, los titulares hicieron un corro en su propio campo a fin de prepararse para el momento especial que iban a protagonizar esa tarde. Señalado el comienzo, aumentaron los cánticos en intensidad hasta que el 0-1 marcado por Carlos Castro silenció las gargantas.

Volvió en cambio a levantarse la grada con un tiro al larguero de Aitor García, impulsada también por aquellos que se habían unido a la fiesta con el choque ya en marcha hasta acabar superando los tres mil doscientos asistentes.

En la segunda mitad, poco cambió. El respaldo volvió a ser patente así como la desesperación por un gol del empate que no llegó pese a las ocasiones. Acabaron escapándose los puntos pero quedó la sensación de que, a pesar de la distancia, el Rayo Majadahonda estará en el Wanda Metropolitano como en su propia casa.

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